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La mejor salida para Marcelo

Cada vez que me encuentro cara a cara con un anciano, me quiebro. El daño es incluso mayor si voy caminando unos pasos detrás de los suyos. En ese caso, me derrumbo. Con la cuarentena soplando en la nuca (no el aislamiento sino la edad) me duele la vejez porque es lo que seré y ese no poder ser en plenitud me hace un nudo en la garganta. Ser a medias es ver jugar a los demás sentado en la acera, con la cabeza entre las rodillas. Por eso, me emociono cuando alguien a quien hace años no veo me encuentra más joven, como si yo estuviera ganando un pulso que ya tiene vencedor de antemano. Por eso, me emocionó el jueves Marcelo.

En Elche, el brasileño me hizo reponer calendarios. Dio la sensación de recuperar a golpe de flashazos la memoria y el amor propio y desplegó de nuevo sobre el mostrador verde parte de ese catálogo que le ha sentado en la historia del Madrid a la derecha de Roberto Carlos. Se rehizo de un primer fallo que casi cuesta un disgusto al equipo con la receta brasileña de la felicidad: sonrisa, ataque, libertad y magia. ¿Y defender?, preguntará usted. Mi familia bien, gracias. Marcelo siempre fue un candado abierto atrás así que ahora, con 33 años y demasiado kilometraje, ya no está para proteger en grandes espacios (Alaba es el tippex perfecto). Sin embargo, si recupera el color arriba, será la mejor noticia posible para el equipo (desempolva una de sus mejores armas), para Ancelotti (le engancha en el tramo de más desgaste), para el propio Marcelo (se merece la mejor salida, entre aplausos y sin reproches) y para la afición. A medida que crecía en Elche, los seguidores madridistas rejuvenecían. Un caño a Josan, un remate con veneno, un taconazo… Cuando vi sacar su espuela a pasear y golpear el balón al hueco, por un momento intuí el 7 de Cristiano, pero parpadeé y apareció el 20 de Vinicius. Cómo agradece Vini jugar con Marcelo, por estilo futbolístico, por terreno ocupado y por complicidad entre ambos. Tampoco quiero escribir lo que no fue. No fue el mejor partido en la vida de Marcelo, no se llevó las tres picas de AS, el Madrid no incluirá imágenes del Martínez Valero en el vídeo homenaje del capitán, pero fue la demostración de que hay vida antes de la despedida. Y oír latido donde antes no había nada es conmovedor.

“Puedo contar con Marcelo”, dijo Ancelotti al acabar el partido. Este pequeño triunfo es mérito del jugador, que asume sin estridencias, con el brazalete en el brazo, su nuevo rol en el equipo y apura sus últimos meses con una profesionalidad intachable. Y es mérito también del entrenador. No solo por ser claro a la hora de dar su mensaje a cada jugador. También por gestionar su capital humano con la maestría que da la experiencia. Un mal gesto lo cauteriza con la normalidad. Gracias a su forma de ver el fútbol, el vestuario y la vida, pudo salir con una sonrisa de Elche. Porque pidió ayuda a dos proscritos, Isco y Hazard, y estos le respondieron con un guiño y dos goles. También resultó clave la entrada de Ceballos, otro con planta de actor principal que, por exigencias del guion, se está ganando la vida en el Madrid como secundario. Con otro técnico, que hubiera aplicado una terapia más de choque con el fin de hacerlos despertar, tal vez se habrían perdido definitivamente para la causa. Pero en Elche, los tres rescataron al equipo y pusieron un pie en el tren justo ahora que el calendario comienza a ser enemigo. Su rehabilitación, y la de Marcelo (la sanción de tres partidos que le ha puesto Competición tras su más que discutible expulsión le cambia el paso ahora en la Copa, donde ya sólo podría estar en una hipotética final), es necesaria para que Ancelotti no baje la ceja y empiece a recuperar ese fondo de armario imprescindible para salir triunfante de todas las citas. Las victorias rejuvenecen a cualquiera.