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Muniain monta la fiesta en Bilbao

La magia de la Copa volvió a buscar cobijo en San Mamés. Un cóctel explosivo: el estadio heredero de una Catedral de leyenda y un equipo al que el torneo del KO le enamora locamente como a un adolescente. El Athletic llegaba tocado en la moral por la Supercopa perdida, pero a esta gente le tienen que arrancar la piel para que deje de ser competitiva. Si en Arabia estuvo a la expectativa ante el Madrid, esta vez quiso ser protagonista. Equipo reconocible, el Athletic de siempre, indomesticable. En tres años, nadie le ha apeado en una eliminatoria. Sólo ha caído en esa línea de meta de las finales. La noche fue épica, memorable.

Fue otra velada de esas en la que el equipo rojiblanco hizo pequeñito al Barcelona. Ter Stegen va a acabar odiando los colores rojo y blanco, porque lleva un saco de golazos recibidos. Desde aquel lejano de San José en la Supercopa de 2009; hasta la chilena de Aduriz, que ponía el colofón a su carrera; el de Williams en el 93' que otorgaba otra Supercopa el año pasado; y ese de ayer de Muniain que abría la lata con rosca por arriba. Lleva 15 en 11 partidos en San Mamés. Muniain se gustó como nunca, Nico Williams hizo un muñeco de trapo de Alba y los medios centros Vesga-Dani García estuvieron autoritarios. Messi no estaba esta vez para sacar al equipo culé del apuro. Fiesta de madrugada.