Tambores de ilusión
La tamborrada la puso la Real. Suenan los tambores de la ilusión en la Real Sociedad. En el segundo año sin Tamborrada en San Sebastián, con la tristeza que eso produce entre todos los donostiarra, al menos el equipo txuri-urdin contribuyó a llevar un poco de felicidad y alegría a todos los hogares de la capital gipuzkoana. Lo vivido dentro del Reale Arena, repito dentro del estadio (conviene dejarlo claro para que no haya malentendidos), tardará tiempo en olvidarse en el entorno realista. Una de esas noches mágicas en las que todo se alinea para que se viva algo extraordinario. Y eso es lo pasó, la comunión entre la grada y el equipo subió a otro nivel, y el ambiente que se vivió fue maravilloso. Y eso que sólo pudieron acudir 28.111 socios por las restricciones de aforo debido a la pandemia del coronavirus. No quiero ni imaginar lo he hubiera sido eso con el estadio lleno. Se me ponen los pelos de punta. Fue la máxima expresión y exaltación del mejor realismo en estado puro. Y hacedme caso, la Real Sociedad es eso, no lo que algunos indeseables e indeseados liaron fuera del campo.
El nombre de Aitor Zabaleta en vano. Porque lo que pasó antes del partido, en la llegada del autobús del Atlético de Madrid por el Paseo Errondo, fue vergonzoso. Nada justifica lo que ocurrió ahí. Lo viví en primera persona, y debo reconocer que no entendí nada. ¿De qué sirvió? Para absolutamente nada. Pero lo que sí tengo claro es que quien provocaron esos altercados ni son aficionados al fútbol ni simpatizantes de la Real Sociedad, por mucho que llevaran bufandas o camisetas azules y blancas. Esa gente debe estar ya fuera del entorno txuri-Urdin, porque directamente sobra. Todos esos que recibieron al Atlético con gritos de Aitor Zabaleta y lanzando piedras contra el autobús colchonero profirieron su nombre en vano, y realmente no tienen ni idea de lo que representa la figura de Aitor Zabaleta. Precisamente provocaron un incidente que es lo que en Madrid, una noche de infausto recuerdo de 1998, acabó con la vida del seguidor realista. Lo que hicieron fue manchar el nombre de Aitor Zabaleta. Nunca habrá pasado demasiado tiempo para recordar si figura y lo que pasó, eso no se puede olvidar; pero la forma de recordarlo no es precisamente lanzando objetos contra nadie, ni tampoco su nombre puede ser utilizado como justificación para utilizar la violencia contra nadie.
Imanol no dirige la seguridad del estadio. Me resultó muy curioso como el entrenador del Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone, le dijo a Imanol Alguacil, el su homólogo en la Real, que felicitase a la seguridad encargada de la llegada de su equipo en autobús al estadio. Respetando que puede decir lo que considere oportuno, y entendiendo su reacción por la los nervios de la tensión de un momento tan duro, creo el Cholo apunta mal el disparo. ¿A qué viene que recrimine a Imanol algo los incidentes que ocurrieron en la calle? Ya de paso que le echara la culpa de que lloviera en Donostia o de que hiciera frío. No tiene sentido ni lógica. Confundió el disparo, porque los únicos culpables de lo que pasó fueron los que provocaron sin ninguna justificación los altercados.
Partido redondo de la Real. Le hacía falta a la Real Sociedad un partido como el que hizo contra el Atlético de Madrid. Uno de esos partidos “redondos” que reclamaba Imanol Alguacil. Porque hasta ahora le habían penalizado en exceso las áreas, y con todo lo bueno que ofrecía entre las áreas no le daba como para conseguir romper una mala racha liguera que siempre me pareció muy injusta. Si algún día se fue, que no lo creo, la Real ha vuelto por la puerta grande. Y vuelve a ilusionarse con repetir en una final de Copa del Rey. Suena bien pensar que está a tres partidos de volver a La Cartuja. No será fácil lo que queda del camino, pero si muestra los argumentos del triunfo contra el Atlético, no puede ni debe dudar de que sus posibilidades son reales. Suenan los tambores de la ilusión. Y más en un día tan especial. Disfruten de esta Real. Disfruten del Día de San Sebastián. Zorionak a todos los donostiarras.