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Solo son negocios

Hace tiempo que nos rendimos a la presencia de los hombres de negocios en el fútbol. No hay nada que hacer. Hablamos de un deporte, por seguir llamándole así, que forma parte ya del circuito de los multimillonarios, razón que obviamente explica que la Supercopa de España se juegue en Arabia Saudí, una circunstancia rara, bastante rara, rarísima, pero que a nadie sorprende. "¿Qué es el arte? Prostitución", preguntaba y respondía Baudelaire, a quien traigo a colación no sé bien por qué, supongo que por nada, pero a la vez por eso que estamos pensando todos.

Lentamente al principio, y muy rápido después, esos seres llamados dirigentes alcanzaron máxima influencia, hecho compatible con no tener ni idea ni demasiado amor por el fútbol. Supongo que los conocimientos y el amor podrían inmiscuirse y entorpecer su labor directiva. Al parecer, ese desapego hacia todo cuanto ocurre en un terreno de juego, aunque no lo parezca, es buenísimo para hacer negocios y para el terreno de juego, de forma que si un futbolista se atreve a decir que no tiene sentido jugar la Supercopa de tu país en un país lejano, donde un monarca controla el poder legislativo, ejecutivo y judicial, enseguida lo interrumpirá un directivo diciendo "¿Perdona? Estos son los números".

El trofeo de la Supercopa, en Riad.
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El trofeo de la Supercopa, en Riad.

Nos las vemos con individuos que no tienen predilección por el juego, sino por una oportunidad. El mercado no necesita sentimientos, ni pasiones, ni hinchas. A su modo, el fútbol es un objeto que posee cierta belleza, y que genera muchos ingresos. Si un día los clubes y sus competiciones se hunden, o el beneficio toca techo, los multimillonarios pensarán que sólo se trataba de un negocio, y se irán a jugar con su dinero a otra parte. Aprecian el valor comercial del fútbol, sin duda, pero ignoran qué es conmoverse por algo que sucede en un campo, y que remite a los afectos. Estos son lo único que sobrevive desde que se inventó este deporte, y lo que está en peligro desde que se convirtió en eso que llamamos odiosamente "fútbol moderno", y la publicidad, las televisiones y los especuladores tomaron el control.