Maderas y maderos
De las muchas sorpresas deportivas que nos ha deparado este extraño año, diría que una de las principales ha sido la irrupción de Militao. Tanto por la contundencia como por el momento. No es que yo albergara dudas sobre el rendimiento del central brasileño, es que me habría ofrecido muy gustosamente a cargar con sus maletas en mi coche y llevarle al aeropuerto más cercano durante el pasado mercado de invierno. No me escondo. Confieso que le veía blando, con alarmantes muestras de dejadez e incapaz de adaptarse al rol que demandaba el equipo. Recuerdo estar viendo un partido con él de titular contra el Shakhtar, encerrado en mi habitación convaleciente de covid, y valorar arrojarme por la ventana tras su calamitoso encuentro. Si a todo esto le añadimos aquel desmayo a lo Lopetegui durante su presentación, uno no diría que estaba ante un central capaz de soportar la pesada corona del Madrid. Sobre todo tras las marchas de Sergio Ramos y Varane.
Sin embargo, poco a poco, ha ido despejando todas esas dudas como si fueran centros al área en Anfield. Y ya nadie piensa en Militao. Que a veces es el mejor elogio que se puede decir de un central. Cuando se “olvidan” de ti. Ese momento a partir del cual te muestras tan seguro que ya te conviertes en parte del mobiliario, dando por sentado que no sucederá nada extraño mientras estés ahí. Cuando uno llega a su casa, no se asombra al encontrarse la puerta cerrada. Así veo a Militao ahora en este Madrid. Como la puerta de un castillo medieval. Imponente, infranqueable, de madera noble y sin combarse ante presiones atmosféricas.
Con casos como el de Militao, uno no puede evitar pensar en lo raro que a veces puede llegar a ser el fútbol. Lo difícil que es saber leer las situaciones y entender cuándo es tu momento. Elegir cuándo quedarte y cuándo marchar. Y seguir tu propio camino, sea cual sea, tardes lo que tardes en llegar a destino.
Un roble centenario te puede ofrecer seguridad, reposo y una agradable sombra los días de calor sofocante. Pero nunca crecerás demasiado si te quedas bajo sus ramas por mucho tiempo. Eso tal vez le estaba ocurriendo a Militao con Ramos y Varane. Ha tenido que contorsionarse, con esos movimientos suyos tan plásticos como heterodoxos, en busca de unos rayos de luz. Ha demostrado que tiene madera. Madera de sobra con la que hacer una buena puerta. Y yo he demostrado que nunca seré un buen jardinero.