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El profeta Darder: en la adaptación está la virtud

No hay mejor titular que defina a Sergi Darder ("no morí, quedé tocado pero resucité"), porque lo de (casi) morir y resucitar lo lleva tatuado. Su historia es la de un niño que nació en Artà y en cuyo camino el Espanyol no se cruzó de casualidad. Estaba escrito como lo están las grandes historias. Seguramente esa resilencia afloró en 2012, cuando Mauricio Pochettino y Ramon Planes le dieron la baja y José Manuel Casanova lo rescató para el Málaga. Bernd Schuster se enamoró de esa pierna derecha. Creció hasta que dio el salto a la Champions con el Lyon, pero la espina del Espanyol la llevaba muy adentro. Regresó. De aquello ya han pasado cinco campañas, una montaña rusa de emociones.

Darder no es solo un futbolista, es un sentimiento, una religión que entiende el fútbol de una manera pero que también evoluciona. De ser un soldado de Rubi (“es mejor creer en el entrenador que sentirte obligado”) a aplaudir la propuesta de Moreno, camaleónica, como el propio Darder, que ahora ya no es aquel mediocentro enamorado solo del balón, melancólico cuando el equipo salía a defenderse. Ahora el mediocentro conduce, golpea, presiona, defiende.... y reconoce que “jugar al error del rival a veces no nos va mal”. Algo tendrá el magnético Moreno en esta evolución, y también la ayuda psicológica que necesitó Darder para salir del calvario del descenso. En la adaptación está la virtud, ya sea por un desliz o por esa COVID que no desaparece.