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Pese a los malos augurios, el Barça parece ir dando pasos en la buena dirección. O, al menos, en alguna dirección, lo que tampoco es mala cosa cuando el inmovilismo amenazaba con oxidar los cimientos de un club ya de por sí centenario. El partido contra el Sevilla dejó el mejor sabor en boca de toda la temporada y el culé parece haber recuperado la capacidad de ilusionarse con lo que tiene, a la espera de que el mercado haga el resto. Del "esto es lo que hay" de Ronald Koeman se ha pasado al "esto no me vale" de Xavi, que es la distancia exacta que hay entre la complacencia y la autoexigencia.

Después de unos meses donde todo parecía improvisado, la revolución iniciada en la urnas parece comenzar a dar algún fruto, algún brote. El fichaje de Ferran Torres, sin ir más lejos. El tiempo dirá si su incorporación ha resultado rentable o no en lo deportivo, pero la distancia recorrida desde los tiempos de billetera ancha y entendederas cortas es considerable. Las variables, esas herramientas de negociación que en boca de Josep María Bartomeu sonaban a propina -cuando no a pantomima-, vuelven a ser un extra sujeto a los réditos deportivos más importantes, no al camelo hecho negociación para ocultar que compras plátanos a precio de oro: bendito problema ver a Tebas, tan pendiente de todo cuanto sucede en Can Barça de repente, poner en tela de juicio el trabajo de unos ejecutivos entregados a la reconstrucción de todo aquello que se deterioró -a conciencia- ante sus mismas narices.

Araújo, felicitado por sus compañeros en el Pizjuán.
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Araújo, felicitado por sus compañeros en el Pizjuán.MARCELO DEL POZOREUTERS

La miseria consentida ha traído consigo un nuevo baby boom y ya se sabe lo que sucede en las familias donde abundan los niños: que las navidades son más felices porque a los críos les sobra alegría de serie y los adultos mantienen la capacidad de contagiarse. "Laporta se equivoca en vender tanta ilusión", rezan los peores augurios cuando no encuentran otra cosa con la que entretenerse. Sumen eso a que está demasiado gordo y ya no sabe uno si están criticando al presidente del Barça o al mismísimo Papa Noel que, para el caso, viene a ser casi lo mismo: "¡Oh, Oh, Oh!".