Los cuatro mensajes de los Juegos más atípicos

Unos Juegos sin público y en año impar por primera vez en la historia. Una Tokio que acabó abrazando el movimiento olímpico, bañada en oro (27) después de 17 días de tests, mascarillas, gel y distancia de seguridad. Pero también de emociones y de lágrimas, como las que hubo en la delegación española tras cinco años de preparación y de confinamientos. Contratiempos superados que se resumen en tres triunfos que llegaron en disciplinas minoritarias pese a que los deportes de equipo fueron la envidia hasta las fases finales.

La medalla de Alberto Fernández y Fátima Gálvez en tiro olímpico, en la modalidad de trap mixto, es la de la perseverancia. La andaluza había sido quinta en Londres y cuarta en Río, y nunca se rindió, siguió lanzando 30.000 cartuchos al año hasta conseguir su sueño, que llegó el caluroso 31 de julio. Más que perseverancia, que también, Sandra Sánchez obtuvo el oro del reconocimiento. Ganó la primera y la última medalla en karate (modalidad de kata) a sus 39 años en el país que la idolatra. La talaverana ha sido contracultural.

Alberto Ginés.

El deporte es perseverancia, reconocimiento y talento. Precoz, como el de Alberto Ginés, quien a sus 18 años escaló por el rocódromo de la Bahía de Tokio hasta un oro tan inesperado como celebrado. El extremeño decidió con apenas 15 dejar a su familia y trasladarse a Barcelona. Perseguía el billete para Tokio, pero obtuvo el premio gordo con una frescura y una madurez que lo sitúan con la bandera de los nuevos tiempos. Un pionero para despedir dulcemente los Olímpicos y dar paso a los Paralímpicos, donde España sumó otros nueve oros y una portada. La de la médica Susana Rodríguez en el Time, oro en triatlón PTVI. La medalla de la superación: las barreras se las pone uno mismo. El mejor mensaje para estos atípicos Juegos.