Suárez es uno de los premiados en la Gala de AS y el orgullo de los seguidores del Atlético y de sus compatriotas. Orgullo de Uruguay. El club rojiblanco y este país mantienen una excelente sintonía. Para unos y otros, el delantero es un espejo en el que mirarse. Cuando a Simeone le ofrecieron la posibilidad de ficharle, se frotó las manos. No todos los días puedes tener un futbolista así. Y su ambición es contagiosa. Esta temporada no ha comenzado como en la anterior, pero siempre se espera algo de Suárez. Y eso es lo mejor. Estando bien, es demoledor. Estando mal, puede aparecer cuando nadie se lo espera.
La pena es que no llegó al Atlético antes. Casero y amante de su familia, se hizo querer desde el primer día en el vestuario y por la afición. Emocionó verle llorar en Valladolid y festejar con los suyos el título. Él que lo había ganado todo en el Barça. Viene a perpetuar un grito de guerra de la afición. Ese "uruguayo, uruguayo" que tiene mucho que ver con el Atleti: rebeldía, lucha, pelea... Emocionó verle a punto de llorar en Oporto cuando se fue lesionado. A los jugadores se les tiene siempre en un pedestal pero son igual de humanos que el resto. Y esos gestos les acercan a la gente, a su gente. Suárez recibirá el premio feliz, con esa sonrisa que siempre tiene, pero en su fuero interno estará pensando en lo que sabe hacer como nadie: marcar goles.