Un premio a Lewandowski para tapar vergüenzas

Tenía que haber sido él. No cabía la más mínima duda. El Balón de Oro dice premiar al mejor jugador en un año natural y ése, tanto en 2020 (en el que no se entregó el galardón como consecuencia del virus) como en 2021, fue Lewandowski. Lo fue por sus propios méritos. Por sus registros. Eso que se puede medir y avala que Lewy, simplemente, fue el mejor a pesar de que los votantes de France Football colocaran a Messi por delante y se vieran obligados a inventarse un premio nuevo para tapar sus vergüenzas.

En 2020 hubiera tenido que ser suyo sí o sí al ser la indiscutible estrella del eterno Bayern del sextete y proclamarse máximo goleador de Bundesliga, Champions y Pokal. En 2021, más de lo mismo. Liquidó el récord de goles en una temporada de Bundesliga que supusieron los 40 tantos del Torpedo Müller en la 71/72 y, de paso, se llevó la Bota de Oro. En Champions, además, ya es el futbolista con más dianas (81) en 100 partidos. Lo ha ganado, lo ha batido, lo ha metido todo.

El Balón de Oro debía haber convertido a Lewandowski en lo que es: una leyenda. A base de sacrificio y sudor. Hay jugadores que nacen con la varita. Lewandowski, no. El polaco ha llegado hasta donde está autosuperándose cada día. Llevando la alimentación hasta tal extremo que comienza con el postre y acaba con el entrante. Perfeccionando ambas piernas y el remate de cabeza. Hasta para los penaltis ha creado su propia técnica de ejecución. No reconocérselo, es demasiado injusto.