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Es imperativo cuidar a Pedri

Siempre que se dan estos premios, es el momento de los agradecimientos. Además de a sus entrenadores de la base, el más grande de todos debería ser para Pepe Mel, que intuyó antes que nadie que pese a su cortísima edad, Pedri ya estaba para la élite. "Míralo, uno que es millonario y no lo sabe", le soltó a un directivo de Las Palmas en la pretemporada del equipo canario en Marbella. Eso fue en el verano de 2019. Dos años después, Pedri es Golden Boy y uno de los jugadores con más proyección del mundo. El foco del Barça es inmenso, como lo fue su temporada pasada.

En el orden de agradecimientos, detrás de Mel debería ir Ramon Planes. El secretario técnico del Barça, que ha decidido dejar el cargo porque era obvio que no se iba a entender con Xavi, estuvo más rápido que todos los directores deportivos del mundo, Bayern y Milan incluidos, para intuir que en Canarias se estaba cocinando uno de los mejores talentos de la última década. Ahora que se ha ido, justo es ponerle esa medalla. José Mari Bakero hizo el resto y Pedri terminó con la camiseta puesta del Barça.

Finalmente, en el podio de agradecimientos debería estar Ronald Koeman. Pedri había empezado a entrenarse junto a Trincao en Barcelona la segunda semana de agosto, mientras el equipo escribía una de sus páginas más negras en Europa con el 2-8 del Bayern en Lisboa. El holandés aterrizó la semana siguiente y lo que vio en los entrenamientos y en los amistosos contra Nàstic y Girona en el Estadi Johan Cruyff le fascinó. Pedri, que estaba pendiente de una posible cesión, ya no se iba a mover. Un par de meses después, tras una exhibición en Turín jugando como interior izquierdo y volviendo loco a Cuadrado, se consolidó como titular. Desde ahí, la historia de Pedri es conocida. Su fútbol de seda, sus 75 partidos en un año, su primer título de Copa con el Barça, su atronadora Eurocopa con la Selección y su plata olímpica.

Y si cuando llegan los premios hay que hacer los agradecimientos, también son necesarios los mensajes. Lo de llevar a Pedri a los Juegos Olímpicos fue un exceso que ahora está pagando, con sus continuas lesiones musculares. Una lección que Luis Enrique, que pidió cuidarlo cuando terminó la Eurocopa, y la FEF, que no tuvo problema en que Luis de la Fuente le llamase para viajar a Japón, deberían aprender. Lo mismo que el Barça, para no reventar a un jugador que no ha terminado de conocer su cuerpo hasta el punto de que el año pasado creyó que se había roto en un partido contra el Sevilla y, tres días después, estaba jugando la vuelta de la final de Copa contra los de Lopetegui, incapaz aún de interpretar las señales que emite su cuerpo.

Pedri es uno de esos jugadores que salen muy de vez en cuando, con unas condiciones especiales para jugar al fútbol y, sobre todo, para entenderlo. Sencillo en su manera de expresarse en el campo, con pocos toques, solidario para defender y ayudar al compañero en las coberturas. Tan bueno que es preciso que su carrera no sea un visto y no visto. Con 19 años recién cumplidos, el Golden Boy no puede quedarse sólo en eso. Cuidarlo es una obligación.