España le debe una alegría a Carvajal

El caso de Dani Carvajal es digno de estudio. En 2014 se quedó fuera de la lista mundialista de Brasil pese a haber sido titular indiscutible con Ancelotti en la conquista de la Décima. Del Bosque llegó a incluirle en una lista inicial, pero finalmente aplazó para septiembre su primera convocatoria. Una pena porque para entonces ya estaba en perfecto estado de ebullición futbolística. Para la Eurocopa de 2016, disputada en Francia, se vio privado de su sueño con La Roja al lesionarse en Milán, en la final de Champions con el Atleti del Cholo. Seguía su mal fario con la Selección. En Rusia llegó su oportunidad, pero iba muy condicionado. En la final de Kiev ante el Liverpool volvió a romperse y llegó a la tierra de Putin muy mermado. No era él. Ni lució ni disfrutó.

Por eso, la vida y la Selección le deben una alegría a este espartano vocacional, un tipo de Leganés que encara el fútbol como la vida: mirando a los ojos y sin arrugarse ante nada ni ante nadie. Dani siente la camiseta de España como su segunda piel y necesita ser importante y tener galones. Luis Enrique le dio la titularidad en Atenas y si llega bien físicamente a Qatar debería tenerle muy en cuenta para su once tipo. El próximo 11 de enero cumple 30 años, la edad en la que hoy día un futbolista que se cuida está en el proceso ideal de su carrera. Y Dani lo hace. Su vida familiar le respalda. Ha llegado la hora de verle triunfar con España.