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¡Qatar, allá vamos!

Que viva España.- Así acabó La Cartuja, bañada en lágrimas de alegría con 51.844 aficionados cantando a pulmón el ¡Que viva España! de Manolo Escobar. La euforia era lógica, justificada, merecida. Este grupo, empezando por Luis Enrique, ha sufrido lo suyo durante los meses en los que ha durado este camino que llegó a estar plagado de espinas. Pero lo importante era culminar el objetivo. Y se consiguió a lo grande. Con un triunfo tan sufrido como merecido ante una Suecia rocosa que nos tuvo con la congoja hasta ese minuto 86 en el que entre Dani Olmo y Morata nos pusieron en pie gritando el gol de la clasificación y de la reivindicación de un grupo unido como una roca. Luis Enrique, el Flautista de Hamelin de este equipo, lideró las tres vueltas al ruedo que dieron nuestros héroes a La Cartuja como si fuese La Maestranza. Qatar queda a 7.559 kilómetros de Sevilla, pero anoche nos dimos las manos con los amigos qatarís en ese Mundial que se disputará justo dentro de un año por las exigencias climatológicas del país árabe (el próximo domingo entraremos en la cuenta atrás para su inauguración). La grada del estadio olímpico de Heliópolis empezó coreando el nombre de Gavi, ese crío de 17 años que se ha ganado el corazón de todos los españoles con su desempeño y desparpajo, y terminó haciendo lo propio con Luis Enrique, que finalmente se ha ganado a una afición que empezó con él de uñas y que ha acabado aceptando su fórmula marcial que termina dando resultados. Semifinalistas de la Eurocopa, subcampeones de la Nations League y a Qatar por la puerta grande. No está mal para un equipo carente de grandes individualidades, pero rico en compromiso y sentido solidario del juego. Esta España es fuego y trabajo. A mí me representa.

Gol histórico.- Un servidor estuvo en esta misma ciudad, pero en las gradas del Pizjuán, celebrando el gol de Fernando Hierro a Dinamarca con el que logramos el pasaporte para el Mundial de 1994 en Estados Unidos. Tampoco olvido el de Rubén Cano en Belgrado a Yugoslavia (todavía existía como país). Ese gol en el pequeño Maracaná de la capital serbia nos metió en el Mundial de 1978 de Argentina, donde derrotamos a los suecos con un tanto de Asensi. Por eso este gol de Morata no es uno más. Su 23 diana con La Roja le iguala nada menos que a Di Stéfano y Sergio Ramos. No será el último del ariete madrileño, que definió con la templanza de un maestro. El caso es que desde 1978 jamás hemos fallado a una cita mundialista. Somos como Brasil, Argentina o Alemania. El vagón en el que solo viajan los elegidos, los que aguantan la presión y siempre están. Admirable.

Gracias, Andersson.- El seleccionador sueco se merece unas vacaciones pagadas en Marbella este verano. Cuando a falta de media hora quitó a Forsberg (un demonio el jugador del Leipzig, que casi nos enchufa dos chicharros) y a 17 minutos del final a Isak, el segundo gran peligro de los suecos, resoplé de alivio. Solo al bueno de Andersson se le puede ocurrir quitar a sus dos principales peligros en ataque. Y cuando sacó a Ibra ya era tarde. Además, el gigante de 40 años debió ir a la calle por una agresión espaldera a Azpilicueta. Al seleccionador sueco le van a caer críticas severas en su país con sus decisiones. Pues yo le felicito. Su ayuda, impagable.

Afición eufórica.- La hinchada vuelve a estar con su Selección. La travesía del desierto ha llegado a su fin. En Qatar seremos un dolor de muelas para nuestros rivales. ¡Viva España!