La incertidumbre no puede a Morata
De un mal partido obtuvo premio España. La confirmación mundialista era el final obligatorio para un equipo en constante evolución que dedicó su peor actuación en la última noche. Víctima del nerviosismo, frente a un tallo como siempre es Suecia, a la Selección le pudo el descontrol. Nunca encontró el golpe de pedal adecuado, menos cuidadosa con el balón que de costumbre y de papel en las inmediaciones de la portería de Unai Simón. Salió viva, sin embargo, por su coraje competitivo y la mejoría suficiente en el tramo final.
España empezó bien. A los pies de Busquets y Gavi, el más joven y el mejor de todos, inmunizado al miedo, apeló a su conocida propuesta para meter a Suecia en su campo. Le duró poco, expuesta siempre a la espalda de Carlos Soler y los laterales. Isak, Kulusevski, Forsberg y Claesson intimidaron de más, pese a que se vio a un Azpilicueta muy contenido, cerrando casi en línea de tres. La Selección adelgazó en exceso su juego. Echó en falta mayor profundidad y amplitud por fuera. Cada pérdida, fuera en el lugar que fuera, provocaba una reacción en cadena y descolocaba el balance. La fragilidad de Pau Torres, que tampoco termina de mezclar con Laporte, contrarió también a una España que salió airosa de la fortaleza sueca. Más abierto el choque por la necesidad de los de Andersson, que fue un amigo por los cambios que hizo, la entrada de Morata giró la trama. Desde sus apoyos hasta su presencia en el área, España se soltó más en ataque y sufrió menos en defensa. Fue un guiño reivindicativo del fútbol. El tantas veces discutido Morata, injustamente, puso la pica final para estar la España de Luis Enrique, maltratado muchas veces también, en el Mundial.
Por detrás de Soler
Forsberg juega muy bien sus bazas alejándose de la vigilancia de Soler. Busquets sale a por Isak y se produce el vacío en el medio. Transición sueca que bordea el gol.