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Mientras en Barcelona se espera confirmación del inminente regreso de Xavi Hernández, el Real Madrid acaba de anunciar que Alejandro Sanz pasa a formar parte de su selecto club de socios de honor: una doble victoria para el aficionado culé sin vínculos afectivos con el pop español. "Se le apagó la luz, tembló", canta el madrileño en una de sus letras más celebradas. Y, claro, no están los tiempos como para despreciar cualquier tipo de cábala o premonición susceptible de hacerse realidad.

En ciclos de disgusto recurrente es importante que las buenas noticias te cojan bailando. Nada te garantiza que después de eso no llegue la tan temida sobredosis, como en Pulp Fiction, pero el buen rato te lo llevas y el aterrizaje de Xavi en el banquillo del Camp Nou es, ahora mismo, música para los oídos de una parroquia adormecida tras una larga temporada de canto gregoriano. El de Tarrasa conoce las letras, los ritmos y las melodías. Ahora solo falta saber si será capaz de ejecutar como director de orquesta aquello que bordó como solista: un salto cualitativo que no se ajusta a ningún guion preestablecido. Salió bien con Pep Guardiola pero eso tampoco quiere decir gran cosa. A fin de cuentas, ¿qué no sale bien con Guardiola? Cualquier día lo invitarán a un programa de cocina y clavará la bechamel al primer intento, como las madres y los elegidos.

Bien haría Hernández en espantarse la sombra de su antecesor en el olimpo del medio campo cuanto antes. Nada bueno le aportarán ciertas comparaciones, aunque resultarán inevitables. Pero tampoco debe renunciar a las más evidentes, que para eso están los árboles genealógicos, los secretos de familia y los testamentos. Cuenta con una gran ventaja sobre sus más recientes antecesores: la gente está dispuesta a seguirle con los ojos cerrados y ese liderazgo resulta fundamental para reactivar a según qué vacas sagradas o dictar, por unanimidad, las primeras sentencias. “Pisando fuerte, pisando fuerte”, amenaza desde ayer mismo el bilardismo hecho canción. A esto nos enfrentamos, rey de la pelopina: bienvenido a la vieja democracia.