¿A qué juega el Madrid?
A golpe de talento, el Madrid solventó como pudo un pesaroso duelo de Champions que incide en el estado preocupante que transmite su fútbol. Da igual el rival, da igual el contexto. El equipo de Ancelotti regala terreno (48,5 metros de posición media), prefiere atacar el espacio en lugar del control del balón y flaquea en todas las líneas. Ahora mismo vive de la inspiración individual de Vinicius y Benzema, a otro nivel ambos. También lo ha hecho de la garantía de Militao y Alaba en el centro de la zaga, pero contra el Shakhtar los dos completaron un partido difícil de entender. Sin la iniciativa territorial, empeñado en replegar para amenazar después en transición, el Madrid dejó el camino abierto para la desinhibición del conjunto ucraniano, sobrado de calidad.
La temeridad fue tan negligente como su actuación sin la pelota. Si presionaba, las pocas veces que lo hizo, se deshacía tanto por dentro como por fuera. Modric y Kroos desatendieron su espalda, al igual que Carvajal ante el desparpajo aplaudido de Mudryk. Ancelotti tuvo que sacar incluso a Nacho para reajusta con una zaga de cinco en situaciones de bloque bajo. Antes el Madrid se entregó al Shakhtar y nunca le negó los espacios. La desorganización allanó las acometidas ucranias, que acabaron en pocas ocasiones bien por Courtois o la ingenuidad en los remates. Jugó el Madrid con fuego, salvado de nuevo por la calidad superlativa de sus estandartes ofensivos. No es suficiente con la justificación de Ancelotti de la carga de partidos para entender el bajonazo futbolístico blanco en este mes. Los resultados a corto plazo lo legitiman, pero para más adelante no parece la ruta adecuada.
Transparente
Matvienko sale de la cueva sin que nadie frene su conducción. Los interiores del Shakhtar aparecen a la espalda de los medios blancos. Fernando gana el espacio a Militao y Alaba entre la pasividad total del Madrid.