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La última calada

Que fumar es malo ya lo sé. Lo estoy dejando por tercera o cuarta vez y ahora en ocasiones hasta me molesta el humo. Pero en otras el olor me condiciona positivamente, como en los estadios de fútbol, donde nunca me he sentido un extraño. El martes, en Cornellà, de pronto eché de menos al prototípico viejo de boina, camisa de cuadros y chaqueta de ante que, puro en mano, habría dicho algo sobre la expulsión de De Tomás. O sobre la exageración de Yeray. No un comentario ingenioso, no. Sino una reflexión. Tampoco demasiado profunda, sino sabia. Y es que fumar puro, teoriza Larry David en el programa de Jerry Seinfeld (Netflix), es un acto contemplativo, relajado, que imbuye en conocimiento. El cigarrillo, en cambio, es ansiedad, prisa y nervios. Quien fuma así en un estadio se consume como el propio cigarrillo delante de jóvenes sanos a quienes se les lapidaría si se entregaran a cualquier vicio.

Dejar de fumar es un ritual. La última calada se programa. No como la muerte, que llega siempre en mal momento. O el último beso, que nunca se sabe cuándo pasa de los labios al recuerdo. O como nos ocurre al señor Chen y a mí, que no sabemos cuándo dimos la última calada a un cigarrillo en el estadio, no la programamos, porque la pandemia también llegó sin avisar y trajo consigo muchos cambios aceptados e integrados sin más, como la mascarilla, el teletrabajo, las cinco sustituciones en un partido o la prohibición de fumar en Cornellà.

Seguidores pericos en el Espanyol-Athletic del martes.
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Seguidores pericos en el Espanyol-Athletic del martes.RODOLFO MOLINADIARIO AS

Habrá quienes se meterán en los baños a apurar caladas clandestinas igual que el personaje de Yasutaka Tsutsui en el relato ‘El último fumador’: una distopía, o utopía, en donde las fuerzas del Estado van eliminando a los últimos fumadores de la tierra. “Las personas nunca son más crueles que cuando están convencidas de la nobleza de su causa, ya sea religión, bondad, justicia o lo que sea”, escribe. Ahora sólo sé que ganaré hueco en mis bolsillos, los pulmones me lo agradecerán y oleré mejor. Pero me morderé más las uñas, estaré de peor humor y los ancianos del puro no me darán las columnas hechas.