Año primero de la era oscura
Los blancos. El Madrid aprovechó oportunidades que crearon sus jugadores viniendo de las tinieblas de su propia área. Un resultado final: no hay remedio, el equipo azulgrana bosteza, esperando que la tormenta mejore, mientras que el equipo de los blancos rebosa fe y fantasía, no se encomienda ni a Dios ni al Diablo, sino que juega mirando adonde están los suyos. Ignora a los enemigos, y así va ganando batallas. Al contrario que el Barça, no juega ensimismado, cualquier disparo lo hace desde la esperanza. El Barça, sin embargo, teme fallar, como sus aficionados, entre ellos el que suscribe, y al final se cae por la barranquera. Pasó ayer tarde, hecho un flan se dejó ir por el sumidero del fútbol, que es la mala suerte y ahora pena la obligación de saber levantarse. Así va cayendo, como si le fallaran la moral y las escaleras.
Rehacer el flan. Al principio pareció que el Barça, armado como para la marea alta que constituye un Clásico, tenía organizado su flan, así que el Madrid se impuso la tarea de aguantar atrás los intentos sin fruto del equipo que Koeman organizaba rojo como un tomate, temeroso de que en algún momento ese flan se desorganizara. Y ocurrió lo temido. Como si esa cara de desgracia que tiene el Barça entre sus rostros apareciera en la bota de Alaba y Ter Stegen estuviera estudiando lejos, quizá en Casteldefells, porque el balón le pasó como una flecha ante sus dedos antiguamente despiertos. Rehacer el flan era ahora imperioso, pero ni siquiera la enorme empatía que tiene Ansu Fati con la suerte, y con el fútbol, sirvió para animar, en el área contraria, la virtud de crear peligro.
Flores entre las grietas. Hubo algunos destellos, nacidos a veces de la voluntad de Piqué de declararse en rebeldía contra la quietud (de Frankie de Jong, por ejemplo), de modo que fue él quien trató de redoblar las capas de flan hasta hacerlo leventemente duro, convertirlo en balón y rozar, aunque de lejos, el poste de Courtois. Por la mañana, en EL PAÍS, el capitán in pectore del club azulgrana le había dicho a Jordi Quijano, en una importante entrevista, que todo está por venir cuando se regresa de un tiempo tan oscuro como el que sigue ensombreciendo la bota azulgrana. No fue el partido de la reconstrucción, porque ni Koeman ni los suyos saben aún dónde está la llave que reduzca el tambor de los truenos.
Redención. El equipo juega como si estuviera en pecado, pidiéndole perdón al altísimo, que no se sabe dónde reside ni quién es. La grada estuvo al pie del cañón, pero se fue apagando, como si estuviera en unos tristes ejercicios espirituales, todos contritos porque no hay asidero al que agarrar el balón para cumplir con la oportunidad de marcar. La sombra de la derrota siempre está pendiente del veneno de las flechas del contrario, y cuando éste acierta es porque o bien De Jong o bien Dest han fallado lo que el destino puso en sus manos. Antiguamente el Barça era un equipo laico, más atento a la tierra que a la suerte, y ahora parece encomendarse a Dios como si no tuviera fe en los hombres de los que dispone. ¿El resultado? Lo afeitó el Kun Agüero. Como andamos tentando tanto la suerte a lo mejor eso quiere decir que algún día tendremos mejor agüero.