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HALL OF FAME: Más que mil y un títulos

Antes de inventarse la autocanasta, Pedro Ferrándiz se inventó a sí mismo. Caminaba por Alicante y, al pasar frente a un cine de verano, asomó la cabeza. Entró. En el patio, unos tipos corrían y colaban un balón por un aro. Y allí descubrió el baloncesto. Y en ese instante, cambió su vida. Lo que a Emiliano le tocó fue reinventarse porque lo que le apasionaba cuando vestía pantalón corto, entre chapas y canicas, era el fútbol. No se perdía un partido en San Mamés, donde el Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza era casi un padrenuestro. Pudo haber entrado en los juveniles del Athletic, pero el no ser vasco (es leonés, de San Feliz de Torío) le cerró las puertas. Así que... a maravillar con las manos en vez de con los pies.

Ferrándiz y Emiliano son mucho más que los mil y un títulos que acumulan, que los culpables de aquel Real Madrid que acabó con el dominio soviético, que las calles y pabellones a los que dan nombre; son, no lo olvidemos, parte fundamental para que el baloncesto español sea lo que hoy es. Tuve la suerte de viajar con Pedro a Springfield cuando en 2007 entró en el Hall of Fame estadounidense. Él hablaba y yo traducía. Aún recuerdo a un gigante de enorme mostacho que no daba crédito cuando le conté la autocanasta de Alocén. Lógico. Pedro no deja a nadie indiferente, por más que uno se llame Phil Jackson, haya ganado 13 anillos de la NBA y dirigido a un tal Michael Jordan.