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Santiago Segurola

Benzema deslumbra, Francia no

Karim Benzema.
FRANCK FIFEAFP

Benzema extendió a la final de la Liga de las Naciones el crucial papel que interpreta en el Real Madrid desde el adiós de Cristiano Ronaldo. Al borde de los 34 años -los cumple en diciembre-, no hay el menor rastro de desgaste en un jugador que llegó al Madrid en 2009 junto a Cristiano Ronaldo, Kaká y Xabi Alonso, el primer gran desembarco de la segunda era Florentino. Discutido desde el primer día, orillado por Mourinho, que reclamó urgentemente a un delantero y escogió a Adebayor, Benzema alimentó largos años de debate en el Bernabéu y en la prensa. Nadie le veía, en cualquier caso, como el mascarón de proa del Madrid en la tercera década del siglo XXI. Pero lo es, y en la selección francesa le disputa el honor nada menos que a Mbappé, su futurible compañero en el Real Madrid.

Benzema estropeó la fiesta futbolística de España, que no tiene la clase de cracks que disfrutan los franceses, cuyos delanteros pueden ganar con tres o cuatro maravillas los partidos que su equipo merecen perder. Es un regalo que dice menos del trabajo bien hecho que de los dones divinos que tantas veces procura el fútbol. España no dispone de un Benzema, ni de un Mbappé, pero en términos de propósito, convicción, empaque, creatividad, atrevimiento y prestancia táctica, la diferencia con Francia es evidente.

Producía ternura ver a Lloris y a sus defensas indecisos y extraviados, sin ideas para mover la pelota frente a la presión española. Varias veces se terminó el asunto con un pelotazo o un defectuoso saque del portero, al que le quema la pelota en los pies. En general, Francia se sostuvo como un equipo cualquiera -Pogba tiene un sentido estratégico tan limitado del juego que Gavi, un adolescente con 270 minutos en Primera División, le dio un repaso magistral- y se encomendó a sus dos fenomenales delanteros, rebajados de servicios, en plan Messi y Cristiano, dispensados de obligaciones defensivas desde hace años. Es un problema que en cualquier momento afectará a la selección francesa. Estuvo a punto de ocurrirle contra España en San Siro.

España distinguió en sus mejores épocas, que esencialmente remiten al periodo 2008-12, por un equilibrado sentido coral del fútbol. Era un equipo que encajaba todas las piezas con una precisión milimétrica, una fabulosa obra de orfebrería interpretada por un grupo de jugadores que se necesitaban angustiosamente para dar sentido al libreto. Uno por uno, difícilmente podían ganar un partido. Todos juntos rara vez perdían alguno. Mucho de aquella selección se aprecia ya en el atractivo edificio que está levantando Luis Enrique, no sin resistencias y polémicas en el entorno mediático.

De todos los jugadores franceses, no hay uno más español en su manera de interpretar el fútbol que Benzema. Cualquiera puede imaginarlo en la elegante arquitectura de la selección española, hasta el punto de producir una paradoja: Mbappé impresiona y es el delantero del momento en el mundo, pero Benzema cuadra mejor con la idea que pregona Luis Enrique en la Selección.

De este torneo, España sale reivindicada después de largos años de frustración. También Benzema, ignorado en los tradicionales recuentos anuales, en gran parte por sus seis años de ausencia en la selección francesa. Ha regresado cuando podía asomar su declive, pero Benzema ha revertido la situación en plan Benjamin Button. Pasan los años y cada vez funciona mejor. Esta vez nadie le olvidará en las encuestas para el Balón de Oro.