Iturralde me lleva a la impresora
Nos hemos empeñado en querer llevar razón. Y así nos va. Hemos visto tantos debates en esta era de la crispación, donde nadie escucha al otro y todos imponen lo suyo, que pensamos que ya es lo normal. La política, que debería ser un refugio para la inteligencia, nos ha hecho un flaco favor repitiendo mentiras teledirigidas maquilladas de verdad. Así que no esperen que en el fútbol la cosa funcione diferente. Luis Enrique ha fracasado. Eric García es una pena. Y era fuera de juego. Y punto. A callar. Dan igual los números, las evidencias y hasta lo que diga el aburrido Reglamento, que es la Biblia o el Código Penal del balón. Un libro que sólo Iturralde González y dos más han leído, y lo resumen como nadie, pero del que todos hablamos.
Ya saben aquello de Groucho: “Es mejor estar callado y parecer estúpido que abrir la boca y disipar todas las dudas”. Una máxima que cumplimos a regañadientes en el bar cuando hablamos de Afganistán o sobre la Ley D’Hondt, hasta que nos pimplamos el segundo tercio. Con el fútbol, si está nuestro equipo de por medio, cuesta bastante más. El 1-2 de Mbappé sacó nuestra vena vehemente. Sin importar que no se debatía la lógica de la regla, por evidente, sino si el colegiado aplicó debidamente la ley desarrollada por unos fanáticos del despotismo ilustrado. Conocer los motivos por los que la máxima autoridad ni siquiera necesitó ver el monitor ya es lo de menos. Lo importante aquí, aunque se desinforme, es tener razón.
No sé si a ustedes les pasa. A estas horas aún no sé qué pensar de lo que sucedió en San Siro, más allá de que volvemos con futuro. Ni quién lleva razón, aunque vistos los argumentos y las formas de sus señorías me lo temo. Vivo tan tranquilo sin dar un veredicto. Y eso que tengo que entrar en una radio para analizar la final y he quedado para grabar un nuevo podcast con el España-Francia como entrante. Y pese a que esta dura mañana el cuerpo me pedía una ración de cabezonería, ya que al ir a recoger el coche que dejé supuestamente bien aparcado en Las Cortes, me han informado de que durmió en el depósito de grúas y que para rescatarlo debía dejar allí un riñón. Soy así: dudo, luego existo. Así que, tras descartar dar una rueda de prensa incendiaria, lo primero que he hecho al llegar a la redacción ha sido imprimir el código de tráfico y seguridad vial junto al de fútbol. Otra alternativa era buscar algo de luz entre tertulianos profesionales. Pero he frenado a tiempo. Si me he de enfrentar al Iturralde de la administración que al menos lleve aprendida la lección. Bastante vergüenza sentí anoche.