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Barcelonistas del mundo, uníos

El nuevo desastre en Lisboa tiene sabor a fin de etapa, como si el Barça hubiera arrojado a un barranco poroso la última oportunidad de levantar cabeza. Ni una sola acción resulta salvable en un partido que pareció fabricado por el enemigo que el equipo azulgrana lleva dentro desde que, otra vez en Lisboa, la mala suerte se subió a sus hombros en forma de superioridad indiscutible, la del Bayern.

Entonces aún estaba en el campo el mejor de todos, y en el banquillo estaba ausente el entrenador, que se llamaba Setién y ya olía a ex del equipo con el que había soñado. La plantilla esperaba una nueva directiva, un nuevo entrenador y algún milagro. Éste asomaba una y otra vez, pero era una falsa impresión, se acabó lo que se daba, y hasta Piqué dijo, cuando el Barça era un esqueleto sin envoltura, que esto era lo que había.

Lo que había se subió anoche al pedestal de la derrota. Sin paliativos, sin alegría, derrotado por sí mismo, sin aquella lucha que fue leyenda en otra derrota histórica, aquella con la que el Barça perdió en Berna su primera Copa de Europa posible. Era época de leyendas radiadas, cuando los chicos sentíamos que perder era ganar por otros medios.

Ahora el Barça no tiene que ver con aquel de Ramallets y de Luis Suárez. No queda otro remedio, ya que se puede cambiar de color de la piel pero no de equipo, rescato lo que anoche dijo Lluis Flaquer en la Ser para convertirlo en un himno triste del futuro: Barcelonistas del mundo, uníos, esto no puede ser lo único que hay.