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Ayuda helena.- Seamos honestos. En este 8 de septiembre, Día de la Patrona de mi pueblo natal (Villarrubia de los Ojos), celebramos más los goles de Bakasetas y Pavlidis que los de Fornals y Ferran Torres. A fin de cuentas, un triunfo sueco en Atenas hubiese desactivado por completo el efecto clasificatorio del sufrido triunfo en la capital kosovar, labrado con dos individualidades y poco fútbol colectivo. Pero en las hemerotecas no reposan las reflexiones tremendistas sobre los méritos o deméritos de los equipos de fútbol. Se guardan los triunfos y los fracasos, sin matices. España ganó en Kosovo, que era de lo que se trataba, y los griegos nos echaron una mano tumbando a los suecos. Esa doble cornada a la temida repesca nos da una respiración asistida que parecía insuficiente en la noche de autos en Solna, donde nos dejamos tres puntos y parte de la credibilidad ganada a base de prórrogas y golpes de orgullo en la pasada Eurocopa. La España de Luis Enrique es como un parto con dolor, pero con final feliz. No hay manera de tener un partido tranquilo y pleno (hasta la débil Georgia nos dio un par de sustos en Badajoz). Pero en el fútbol de elite manda el desenlace y no el nudo. No estamos para ser umbilicales. Se trataba de aprovechar un posible resbalón de los nórdicos con una cáscara de plátano y así ha sido. Líderes... sin presumir.

En racha.- Al técnico asturiano hay que agradecerle que en estos momentos de reconstrucción quebradiza e insegura esté tirando de jugadores nacidos en la Comunidad Valenciana. Que Carlos Soler y Ferran Torres iban a seguir luciéndose con su presencia en el once titular estaba cantado. Cuando un futbolista está en racha, hay que dejarle volar con libertad. El resto del equipo se beneficia de ello. Encima, Luis Enrique reclutó esta vez a Pablo Fornals, castellonense que está luciendo su talento y personalidad en el West Ham. Su golazo a la media hora bajó los humos a estos albano-kosovares que juegan como si les fuese la vida en ello. El orgullo patriótico de un país de solo 13 años de existencia les da un suplemento vitamínico emocional que logró convertir cada contra kosovar en un campo plagado de minas. Unai Simón jamás imaginó que iba a sufrir más sustos que si se montase al Tren de la Bruja. Muriqi, Rashica y Bytiqi, todos ‘conocidos’ por el gran público, se convirtieron en nuestros mejores aliados fallando goles que parecían hechos. Y ojo al paradón de Unai Simón con 0-1 en el marcador. El vitoriano se ha ganado a pulso las llaves de la portería de La Roja.

Buenas noticias.- España transmitía inseguridad atrás, dado que esta vez Iñigo Martínez heredó las habituales pifias de Eric Garcia, que por fin sufrió el jarabe de banquillo. Es evidente que Luis Enrique no da con la tecla de los centrales. Una pena porque el equipo, de mitad hacia adelante, tiene personalidad, calidad y recursos. Pero atrás es una verbena que termina agigantando a los rivales, crecidos ante las facilidades que se encuentran para incomodar a Unai. Hoy te salvas porque los rivales eran los animosos kosovares, pero esos regalos ante italianos, franceses o alemanes te mandan para casa cuando afrontemos las competiciones de alto rango. Si finalmente vamos al Mundial como parece, más nos vale mejorar esos seísmos defensivos. De lo contrario, qatarí que te vi... Pero lo peor parece haber pasado. En octubre tenemos el reto de conquistar la Nations League ganando primero a la invencible Italia. El reto me pone. ¡Vamos España!