Luis Enrique anda inquieto

La premisa de Luis Enrique que coloca al juego por encima del resultado no se cumplió en Kosovo. España no puede sacar nada bueno del partido más allá de una victoria que resintoniza sus opciones clasificatorias tras el favor de Grecia. La Selección vuelve a depender de sí misma en el camino mundialista, pero bien haría de no conformarse tras una conducta tan insegura como con la que procedió. No hizo nada bien ante Kosovo, un rival osado y animoso, no corto de calidad en alguna de sus piezas, aunque de una entidad competitiva que no debería haber causado tantos apuros. Se sucedieron errores individuales de bulto en la zaga y se repitieron la separación entre líneas y algunos conatos de distensión en la presión. Se salvó porque era Kosovo y porque Unai Simón tuvo una noche medianamente lúcida.

Con balón la cosa tampoco fue mejor. España insistió en atacar por las bandas (más del 45% de sus jugadas las llevó por el lado izquierdo) sin tener ningún ritmo en las asociaciones. Busquets ha extraviado la brújula en esta ventana y la leve mejoría de Koke no sirvió de mucho. Pedri es más importante de lo que parece. Por el contrario, Soler volvió a tener un papel relevante con su agresividad y desmarques de ruptura y también exhibió cierto entendimiento con Morata. Al delantero, denostado por muchos, nadie le puede reprochar sus apoyos entre líneas para intentar afilar la posesión española. Pero poco más se puede rescatar de una Selección que careció de rigor e ideas. En definitiva, le faltó fútbol. Si Luis Enrique respeta sus principios, debe estar preocupado. Ganar era vital, pero solo el buen juego devolverá a España a su naturaleza.

La conexión puntual

Laporte puede asociarse con Soler o Morata entre líneas. En la doble opción está la ventaja. Fornals inicia el movimiento de atacar el área y acaba abriendo el marcador tras los grandes primeros toques de Soler y Morata. De las poquísimas veces que España sacó provecho de su juego interior.