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Camina o revienta

La Selección se dirige a un arriesgado cruce de caminos. Apenas comenzada la fase de clasificación del Mundial de Qatar, se ha complicado el acceso de tal manera que le esperan meses angustiosos. O gana todos los partidos o se quedará abocada a la repesca, y quién sabe si a la eliminación. La derrota con Suecia remite a una situación parecida, salvada de la manera más improbable. En 2006, comenzó la fase clasificatoria de la Eurocopa 2008 con dos tempranas derrotas frente a Irlanda del Norte y Suecia. El seleccionador, Luis Aragonés, estaba tan cuestionado que se especulaba con su destitución. España venía de una discreta actuación en el Mundial -atropellada por Francia en octavos de final-, después de clasificarse en la repesca. Dos años después, ganó la Eurocopa en la final del Práter y se inició un ciclo majestuoso.

Todo indica que está Selección no apunta tan alto. Regresa la inquietud. Con su desventaja actual, jugará los restantes partidos en un estado de máxima angustia. No es el mejor territorio para un equipo todavía sin encarnadura, que mezcla excelentes hechuras y graves errores en cada encuentro. Confirmó su inconsistencia en Estocolmo, después de un brillante arranque, un gol magnífico y una buenísima media hora inicial, lastrada por la terrible concesión en el gol del empate, precedido por un error en comandita de Carlos Soler, que se apuró en el pase, y de Busquets, garantía de precisión en los controles. No en esta ocasión.

El gol de Isak, de cuyos progresos no hay duda, desestabilizó a la Selección, aunque no tanto como para impedirla el control del partido. Suecia, un equipo correoso que ha ejercido toda la vida de termómetro del fútbol -no gana torneos, pero mide la temperatura de sus rivales-, no destacó por su pericia, pero aprovechó dos cosas: el poderío de sus dos delanteros y, por raro que suene, las imprecisiones de gente como Koke y Busquets.

Jugadores que son un reloj, marcaron mal las horas. En cualquier otro equipo que no fuera España, sería un problema menos grave, pero la selección juega al fútbol como si la pelota fuera un violín. Se nota mucho cuando desafina. Hacia la media hora de partido, España comenzó a decaer. Perdió ligereza y confianza. Aparecieron los errores en el pase y los suecos amenazaron con dos de pipas. Isak y Kulusevski detectaron la fragilidad de Eric García, que atraviesa una crisis de confianza. Resultó contagiosa. Poco a poco, al resto del equipo se le vio sufriente.
La Selección recordó punto por punto su irregular actuación en la Eurocopa. Está un poco cruda en un momento en el que se sentirá exigida en grado superlativo. En el campo y por el entorno. Le toca caminar o reventar. El clima de pesadumbre ha vuelto, pero conviene no caer en el catastrofismo. España llegó a la semifinal de la reciente Eurocopa y fue finalista en los Juegos Olímpicos. Son datos tan objetivos como la preocupación reinante. En términos generales, no hay alternativas a los jugadores que convoca Luis Enrique.

La Selección ha mejorado sus prestaciones con respecto a los últimos años. Destruido en el Mundial 2014, decepcionante en la Eurocopa 2016, lamentable en el Mundial 2018, el equipo emite señales evidentes de progreso, pero no de solidez. Varios jóvenes empiezan a explorar su techo, en medio de unas críticas que devuelven a España a otra época de incertidumbres. En el arranque de la clasificación de la Eurocopa 2008, las críticas acechaban a Xavi, Iniesta no era titular en el Barça, apenas se conocía a Silva y Cazorla, Xabi Alonso no terminaba de erigirse en titular de la Selección y Villa había comenzado su carrera internacional al borde de los 24 años. Cinco años después todos eran estrellas mundiales, la mejor generación que ha conocido el fútbol español. Lo demostraron en un momento de crisis y angustia. A esta selección le toca enfrentarse al mismo desafío.