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Jugar es malo con los ojos cerrados

Hubo tres o cuatro luces, pero el resto fue sombra azulgrana en el partido ante el Getafe. Como si jugaran con los ojos cerrados, como si esperaran ayuda de otra parte que ya no está en la plantilla, sobrepasados en las instancias más absurdas del juego, los futbolistas de Koeman hicieron el mayor ridículo que se le recuerda a los que defienden estos colores desde aquella máxima derrota de Lisboa, frente al próximo contrincante europeo de la Champions.

No estuvo seguro en su puesto ni Ter Stegen, ni el muy peligroso Memphis tuvo la inspiración que lo ha convertido en el líder estético de este Barça, así que el equipo derivó hacia una especie de justa medieval en blanco y negro, hasta que llegaron Nico y Gavi, dos muchachos de la cantera, a arreglar la moral, aunque ni el resultado ni la esperanza de mejorar el juego variaron el marcador.

La mediocridad fue, desde el minuto en que Memphis marcó el segundo gol, una visita constante en el lado azulgrana. En ese momento Lluis Flaquer introdujo una de las pocas luces de este partido ciego: su celebración del gol devolvió a quienes oímos el fútbol por la radio la sensación de que podría remontarse esta dejadez suicida. Cuando iba a empezar el segundo tiempo vimos a Ansu Fati que fue a saludar a sus compañeros. Les debió desear suerte, pero no les contagió la luz con que él ha alumbrado sus primeros tiempos de titular.

David Trueba tiene una película sobre John Lennon y Almería. Vivir es fácil con los ojos cerrados. Pues la tragedia del Camp Nou fue que los futbolistas encargados de superar esta etapa de ceguera carecieron de luz, jugaron entre tinieblas, e hicieron pálidas esas tres o cuatro luces que quisieron brillar en un partido triste.