El Lille, en los cimientos de la grandeza europea del Sevilla
Se relamía Pepe Castro en el sillón de Estambul al comprobar cómo la bola del bombo 1 le deparaba al Lille. Y no sólo por tratarse de una de las cenicientas, si no la mayor, entre los cabezas de serie. Los Mastines son habituales de las competiciones europeas pero sin acercarse siquiera al caché del hexacampeón de Nervión... y mucho mejor: sus colores azul y rojo forman parte del inicio del torrente de gloria sevillista durante los tres últimos lustros. Tras haber jugado y perdido allí en la fase de grupos de la UEFA 2004-05, el equipo que ya estructuraba Monchi y dirigía entonces Juande Ramos eliminó al club francés en octavos de final de la segunda competición continental de la 05-06, camino del primer título europeo del Sevilla. El resto es historia, y de la gorda...
El Salzburgo arrasa en Austria. Ha aprendido, además, a competir en el continente. Pero pocos rivales más bizcochables albergaba el bombo 3, que contenía por no irse muy lejos al otro gran satélite europeo de la marca Red Bull, el Leipzig, o al Atalanta de Gasperini que fue también del Papu Gómez. Dos rivales peligrosísimos que evita el Sánchez-Pizjuán, cuyos aficionados, si las restricciones de la pandemia lo permiten, podrán viajar de nuevo a la ciudad de Mozart, una de las más bellas del continente. Ya estuvo allí el Sevilla en la UEFA, en 2008, y se llevó la victoria en la fase de clasificación.
Pero no todo podía salirle perfecto al Sevilla. Quedaba un sorbo agridulce en la última copa y éste llegó con el Wolfsburgo. Un clásico alemán que multiplica el potencial cuando disputa sus partidos en el Wolkswagen Arena, bien que lo sabe por ejemplo el Real Madrid. Así que siempre, los sevillistas más supersticiosos se relamen, quedará el recuerdo del Lille: ¿y si jugar contra ellos es el preludio de otro salto definitivo, esta vez en Champions?