Se queda
Entre los espectáculos más fascinantes y atroces de la naturaleza se encuentran algunos adioses. Ciertas historias se resisten a su final, como si después no hubiese nada, ninguna nueva historia: eternamente la palabra “fin”. Ese vacío equivale a una ficción, pero si produce miedo, o vértigo, como en el adiós de Messi, se vuelve la cosa más real que existe. Porque cómo hacer comprensible a un culé que ahora la vida sigue, si durante tantos años cuanto pasó, justo pasó a través de Messi.
Su marcha deja una especie de crash moral, cuya dimensión debemos imaginar, pues en el instante en que se consuma aún resulta una idea demasiado abstracta. Al fin y al cabo, poco antes de irse del Barça solo se sabía que estaba casi cerrada su continuidad. El fantasma de su marcha, que afloró con el burofax, no había resucitado. No existió una fase de agravamiento, en la que te pones rápidamente en lo peor, y entonces el adiós va cobrando sentido y nada te toma por sorpresa. No. La cosa iba bien, y de pronto ya no había nada que hacer: chau. Su marcha recordó a esas muertes imprevistas y fulgurantes en las que el enfermo no tiene tiempo de pronunciar una buena última frase antes de morir, y solicita a sus allegados aquello que Pancho Villa, moribundo, pidió a los suyos: “¡Digan que dije algo grande, carajo!”.
Pero quién sabe cuándo un adiós, a la vuelta del tiempo, no importa nada. A veces los momentos históricos pasan desapercibidos al ojo humano. Solo se saben históricos cuando quedan atrás y se recuerdan rodeados de normalidad. Empezaron como un día cualquiera, con la gente levantándose a oscuras, yendo al baño, calentando la leche en el microondas. Y a lo mejor también acabaron con gestos comunes, como cepillarse los dientes o alinear las zapatillas al pie de la cama. Entremedias, sin embargo, viste un partido del Barça y se te grabó para siempre una jugada, un gol, que simbolizan toda una época, y que te acompañan toda la vida, algo incompatible con la idea de adiós. Así que quizá eso es Messi, una época de nuestra vida. Y eso no se va nunca.