Una fiesta (casi) ajena a la pandemia

La visita del Madrid fue un acontecimiento en el estado de Carintia, que se volcó con la organización del evento. Los 3.129 espectadores que acudieron el sábado a ver el segundo partido en casa del recién ascendido Austria Klagenfurt contra el Hartberg en la Bundesliga austriaca se multiplicaron por diez para dar un ambiente de vieja normalidad, vibrante pese a tratarse de un amistoso y el poco espectáculo que se vio sobre el césped. El Wörthersee Stadion se llenó a reventar con 30.000 personas y sin mascarilla (llevarla en cualquier punto de la ciudad te convertía en el centro de las miradas), aunque con exigencia de presentar una prueba negativa de COVID, requisito fundamental para acceder a muchos lugares públicos en Austria y que los aficionados podían realizarse en las inmediaciones del estadio antes del partido. Un recinto donde los puestos de comida y bebida estaban abiertos y donde no faltó la venta ambulante para quien desara un pretzel sin moverse de su localidad.

Si el ritmo del partido decaía, la megafonía levantaba el ánimo. Si alguno cayó dormido, la ola le despertó. Tener en casa a dos equipos de la entidad de Madrid y Milan no es habitual por estos lares, donde desde la Eurocopa 2008 (el nuevo estadio se contruyó para ese torneo, en el que albergó tras partidos de la fase de grupos) sacian la sed de fútbol con partidos de la selección austriaca y los amistosos de verano de equipos internacionales. Porque la pandemia les privó de disfrutar de la sorprendente participación del Wolsberger la temporada pasada en la Europa League. A los blancos, por ejemplo, sólo los habían visto una vez: hace justo 30 años en un 2-5 contra el equipo local en el que marcaron Luis Enrique, Prosinecki, Hagi, Milla y Alfonso. Esta vez sólo faltaron los goles.

Los tifosi con camisetas del Milan eran mayoría en los alrededores tres horas antes del partido. La cercanía con Italia les puso, a priori, en ventaja. Pero, cuando se unió el público local y llegó la hora del veredicto final, los decibelios dieron al Madrid la victoria del apoyo popular. La megafonía repasó el sinfín de títulos que el club blanco atesora en su palmarés y se dejó llevar para que los hinchas corearan la alineación que dispuso Ancelotti. Los más pacientes se llevaron un recuerdo a casa: tras completar los deberes que le puso Pintus al acabar el partido, Vinicius se pasó un buen rato haciéndose fotos y firmando autógrafos a quienes quedaban en la grada. Los fans disfrutan del fútbol y los gestos del brasileño.