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Y la noche es la mañana

Las finales de natación se disputan en las mañanas de Tokio, que en Estados Unidos son las primeras horas de las noches. Horario de máxima audiencia televisiva en Norteamérica, más beneficioso para la recaudación comercial que para los nadadores. La cadena NBC, que paga al COI una morterada de dinero por los derechos exclusivos de transmisión, apretó para cambiar el modelo tradicional de calendario: eliminatorias por la mañana, finales por la tarde. Donde mandan los anuncios que se quiten los récords.

Es cierto que el sueño nocturno es un espléndido reparador de la fatiga, pero no invita a las grandes marcas matinales. El recuerdo de los JJ 00 de Beijing 2008, donde se utilizó el mismo sistema de horarios que en Tokio, no admite comparación. En aquella ocasión se batieron récords mundiales a patadas por las mañanas, algunos por márgenes escandalosos. La diferencia estriba en los materiales. En Beijing se estrenó la primera versión de los bañadores de poliuretano, con una ventaja indiscutible del modelo LZ Racer Speedo, el que utilizaban Michael Phelps y el equipo estadounidense. Un año después, la Federación Internacional de Natación (FINA) decretó barra libre y los turboplásticos inundaron las piscinas.

En 2009 se batieron más de 100 récords mundiales, orgía nunca vista que amenazó con destruir la credibilidad de la natación. Era difícil distinguir dónde empezaba el nadador y dónde el bañador. Todavía se mantienen algunos récords de aquella época -entre otros el de Phelps en los 400 metros estilos (2008) o el del brasileño César Cielo en 100 metros libres (2009)-, pero en 2010 se decretó el final de la plastificación. Las marcas volvieron a los márgenes anteriores. Desde entonces, los récords mundiales se suceden con la cadencia de toda la vida.

La piscina de Tokio es tan buena como la mejor para batir récords, pero el horario favorece la contradicción: las series de las tardes producen tiempos de gran rango que luego no se concretan por la mañana. Aunque que las relevistas australianas de 4x100 metros libres batieron el récord en la final -las hermanas Bronte, Enma McKeon y Meg Harris forman un cuarteto prodigioso-, la mayoría de las pruebas no confirmaron las expectativas previas.

Todo apunta a un comportamiento similar durante la semana, salvo las excepciones de rigor. Se mantiene mejor la excitación nerviosa de los nadadores en las horas que separan las tandas matinales de las vespertinas. En cuanto al sueño reparador, no resulta fácil alcanzarlo ni por profundidad, ni por horas de descanso. Los nadadores llegan tarde a la Villa Olímpica y se levantan varias horas antes de comenzar las finales ( 10:00 horas): alimentación, viaje hasta el centro acuático, preparación, calentamiento, espera en la cámara de llamada y acción.

Decepcionaron los tiempos de las primeras finales. Chase Kalisz ganó los 400 metros estilos con una discreta marca que no mejora la mejor del año, establecida dos días antes por su compatriota Carlson Foster en Austin (Texas). Muy probablemente Foster, tercero en los trials estadounidenses, estaría dispuesto a hacer un Dorian Gray acuático: cambiaría sin pestañear su estupendo registro en una competición regional de medio pelo por el discreto tiempo que garantizó el oro de Chase Chalisz en Tokio.