Morata, la ingratitud, la crueldad y los centímetros
Si de por sí en el fútbol el color gris no existe y solo valen los extremos, cuando se disputa una fase final de Eurocopa o Mundial, todo se multiplica por diez. Es todo un país haciendo escrutinio de los suyos, queriendo resultados y conclusiones de forma inmediata, donde una mala decisión ya es juzgada como castigo para que te manden al rincón de pensar. Quizás eso es lo que se palpa en nuestra España con Morata después del primer partido. Al 7 de La Roja, que cuajó un buen partido, le penalizó ese mano a mano donde quizás la falta de confianza, gran aliada de la sutileza, le hizo elegir asegurar con el interior en vez de buscar la picadita de un Olsen que le achicó rápido.
Comprometido sin balón y siendo un alivio para sus compañeros, por el terrible desgaste físico a la hora de incomodar la salida de pelota, Morata esta viviendo lo ingrato del fútbol. Y en estos momentos hay un punto de crueldad en la crítica, como ya le pasó a De Gea en su momento, porque una cosa son los gustos de cada uno y otra la falta de respeto, la injusticia y esa crueldad que de un tiempo a esta parte está siendo tristemente habitual. Te puedes dejar todo en el campo (lo que siempre te exigen en los estadios, el "échale huevos"), que si no marcas, caes directo en la diana. Es la responsabilidad, y a veces la injusticia, que tiene jugar de delantero, donde te juzgarán mas por los goles que por los kilómetros recorridos. Cuantas veces ha pasado que te encuentras a un punta que se hace el remolón en el repliegue o en la presión, y coge una y la enchufa. Y a ese le toca la otra parte de la exageración. Pero así está montado esto, por eso y sobre todo en fases finales, los delanteros tienen que gestionar emociones de diferente manera.
Álvaro, no tengo dudas de que ese compromiso demostrado ante Suecia es el camino. Esa implicación es la que le gusta a tu míster, el Lucho, siempre identificado con esa forma de trabajar. Ahora solo te queda seguir creyendo en ti y ser consciente de que el trabajo y la confianza son los centímetros que separan el rincón de pensar del pedestal.