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En Una vida demasiado corta, el escritor Ronald Reng cuenta que los deportistas de élite tienen más posibilidades de sufrir una enfermedad mental que el común de las personas. El motivo es la enorme presión psicológica a la que están sometidos, tanto desde fuera (el famoso entorno) como desde dentro (su excesiva autoexigencia). El libro gira en torno al suicidio de Robert Enke, acontecido cuando era el portero titular de la selección alemana. Reng, que era su amigo, esboza la biografía de Enke rastreando los orígenes de su depresión.

En Open Agassi confesaba, a través de la brillante pluma de J. R. Moehringer, su atormentada relación con el tenis, deporte que llegó a aborrecer. "Odio el tenis, lo odio con una oscura y secreta pasión, lo he odiado siempre", escribió. Por suerte, Agassi supo canalizar sus sentimientos antes de que éstos lo destruyeran, pero su final bien podría haber sido otro. Los últimos días he leído recurrentemente la palabra "fracaso", que etimológicamente significa romperse, estrellarse. Acompañaba a la foto de personas que me hacían pensar que, si ellas habían fracasado, para lo que yo he hecho en la vida debería inventarse un verbo nuevo. Cuando leo esos análisis no puedo evitar pensar que deberíamos ser más cuidadosos cuando estamos tratando del trabajo y el esfuerzo y de la vida de terceras personas.

Robert Enke en la portería del Barcelona.
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Robert Enke en la portería del Barcelona.

El filósofo Jean Amèry explicaba en Levantar la mano contra uno mismo que el detonante de un suicidio a veces puede ser el motivo aparentemente más nimio, que el razonamiento lúcido en esta cuestión no es suficiente. Sí parece claro, no obstante, que esas razones en apariencia minúsculas son a veces gotitas que han desbordado un vaso que rebosaba dolor acumulado. Parte de la formación del deportista pasa por resistir la presión que ejercen sobre él terceras personas: público, prensa, entorno. Pero nadie es totalmente impermeable a lo que le rodea. A nosotros, los que juntamos letras, nos pagan por hacerlo bien. Hagámoslo, pues: bien a nivel literario, bien a nivel humano.