¡Qué grandiosas son las tardes así, con todos los partidos en simultáneo, goles lloviendo desde cualquier rincón, emociones inigualables, sobresaltos constantes! Hay un sabor añejo en jornadas así, que parecen ideadas para la radio y para aquel lejano ‘marcador simultáneo Dardo’ ya olvidado. Entiendo, cómo no, el fútbol de ahora, la dispersión de horarios que permite recaudar en América y en Asia. Eso incomoda a los habituales de los estadios (cuando podían ir, pronto podrán volver) pero a cambio pueden gozar de mejores jugadores. Pero bien está que un par de veces al año podamos disfrutar tardes así.

En esa dramática tarde el Atlético y el Madrid cumplieron, mientras el Barça se desentendía definitivamente del asunto completando un desastre por episodios que empezó ante el Granada. Por contra, el Madrid, que lo tenía y lo tiene difícil, hizo otra exhibición de tenacidad, ganando en San Mamés con su penúltimo esfuerzo de un año durísimo. A pocos minutos de acabar la tarde era incluso líder, lo que le hubiera mandado a la última jornada como claro favorito, pues en ella recibirá a un Villarreal en vísperas de su final europea ante el Manchester United. En todo caso, el Madrid va a apretar al Atlético hasta el último día.

Pero el que tiene la moneda la cambia, y el que la tiene es el Atlético. El júbilo con que se amontonó el grupo sobre Luis Suárez cuando marcó el agónico 2-1 fue un adelanto del título. Le queda ganar fuera al Valladolid, que aún tiene un resquicio de esperanza pero que difícilmente podrá aguantar una carga como la que sufrió ayer Osasuna. Desde fuera del Metropolitano un estruendo saludó ese gol, un clamor por el que se escapaba la tensión contenida durante un partido frenético. Aquella primera vuelta con 50 puntos ha permitido al Atlético sobrevivir a una segunda vuelta irregular. Pero aún le falta la última puntada.