El viaje empezó hace 15 años, cuando se quedó a las puertas de ganar su primera Champions. Lo que pudo consolidar el reinado en Europa de aquellos ‘Invencibles’ que arrasaron en Inglaterra inició, sin saberlo, una involución progresiva que comprime año a año el mundo del Arsenal. Cada temporada, un poquito menos, un objetivo más modesto. Ya no compite por la Champions, ni por la Premier, ni por las copas nacionales, ni por clasificarse entre los cuatro ni los siete primeros. El Arsenal ya no compite, y ahora mismo solo busca tocar fondo para empezar a volver a ser, de verdad, un integrante de pleno derecho del Big Six inglés.

Y la culpa no es de Arteta, como tampoco lo fue antes de Emery. Tampoco seguramente de Wenger, que le dio todo al club. Pero no es el momento del Arsenal. No le toca. Llega tarde a todo, y ayer, ante el Villarreal, volvió a demostrar que ya no le alcanza para ser siempre grande.

Tiró la primera parte de la ida, mantuvo el pulso de la eliminatoria por la misericordia del conjunto amarillo y en la vuelta, agarrado a un Aubameyang que se ha querido subir al carro de la temporada con todo el pescado vendido, simplemente no le dio. Temporada en blanco que anticipa la que viene, la de la reflexión, una en la que los gunners deben tantear con la punta del pie en busca del fondo. Y a ver qué fuerzas quedan para volver a impulsarse hacia arriba.