La ley anti-jeques que exigen los hooligans tras estallar contra la Superliga
Los aficionados ingleses se han dado cuenta de golpe de la raíz del problema. Si el fútbol no es de los fans no es por culpa de la Superliga. El fútbol no es de los fans porque es de los jeques. Así de fácil, así de crudo y nunca mejor dicho. Ninguno de los seis clubes ingleses que se apuntaron a la Superliga es propiedad de un hijo de la Gran Betraña. Esos equipos son propiedad de multimillonarios norteamericanos, emires árabes y oligarcas rusos. Como muchos otros, de esas y otras nacionalidades, en Inglaterra, España, Bélgica, Francia, Suiza..., en casi todas partes, menos en Alemania.
En Alemania se dieron cuenta de la avalancha y legislaron para ponerle remedio. Allí funciona la conocida como 'Ley 50+1'. La norma establece que para obtener una licencia para competir en la Bundesliga, un club debe tener la mayoría de sus propios derechos de voto. Dicho de otra manera, el 50% +1 del voto tiene que estar en manos del club y sus socios. Alemania puso en marcha la norma como medida preventiva. En España sólo cuatro equipos pudieron mantener la fórmula con la que nacieron: Real Madrid, Barcelona, Athletic Club y Osasuna. Sólo ellos son propiedad 99%+1 de sus socios. Son las cuatro aldeas de Astérix de un fútbol europeo que se reparten millonarios venidos de las cuatro esquinas del mundo, de Moscú a Michigan y de Tokyo a Pekín.
Eso es lo que piden ahora los aficionados ingleses, que salieron a la calle para protestar por la Superliga pero no lo hicieron cuando el emir de Abu Dabi compró el Manchester City. El propio Boris Johnson, casi tan activo con la Superliga como con el Brexit, tuvo un serio problema cuando Mohammed bin Salman Al Saud, el príncipe heredero de Arabia Saudita, le advirtió en junio del año pasado de las consecuencias que podía tener para las relaciones económicas bilaterales los obstáculos que estaba encontrando en la compra del Newcastle.
Los clubes alemanes, como es bien sabido, no entraron en el grupo de los 12 que impulsa la Superliga. Y uso el tiempo presente porque el proyecto no ha muerto. Ahora mismo está de nuevo en estado gaseoso, pero volverá al estado sólido. Mientras tanto, se dan incongruencias tales como que el Bayern de Múnich, que ha cogido la bandera de los clubes contra la Superliga, compite tan contento en la Euroliga de baloncesto, que es básicamente lo mismo pero con canastas en lugar de porterías.
Esa reformulación de la Superliga por la que ahora pasan los 12 clubes fundadores (que lo siguen siendo porque las salidas públicas han sido un brindis al sol que no se corresponde con los contratos legalmente vigentes) es consecuencia de la pésima puesta en escena del proyecto, que posiblemente fue lo que se lo llevó por delante en esta primera intentona. La consecuencia ha sido que cinco directivos de los seis clubes ingleses que pegaron el gatillazo han salido corriendo.
El vicepresidente ejecutivo del Manchester United, Ed Woodward, y el presidente del Liverpool, Tom Werner, se retiraron del comité de dirección, mientras que el presidente del Chelsea, Bruce Buck, dejó el de auditoría y control. El director ejecutivo del Arsenal, Vinai Venkatesham, y su homólogo del Manchester City, Ferran Soriano, han dimitido del grupo estratégico del club. Algo harían mal, además de presentar al mundo vestida con harapos a una belleza como la Superliga.