Hay mimbres para no ser un Atlético de dos caras

Sólo habían pasado diez minutos en el Martínez Valero y el Atlético había demostrado que su puesta en escena en San Mamés no se repetiría. La imagen en los primeros compases ante el Elche fue ambiciosa, con tensión e intensidad, no dejando respirar a los de Escribá. Con un Kondogbia abarcando mucho campo, y dándole fluidez al juego, demostraba más dinamismo que en partidos anteriores. Fue el francés en ese primer tiempo la gran noticia rojiblanca. Sus anticipaciones en la presión y en los rechaces le hicieron ser el dominador de esa parcela, gracias a ello los del Cholo podían tener continuidad en el juego en campo contrario. La pelota le llegaba más rápida y en ventaja a los Lemar, Carrasco y Llorente, que sonreían ante la posibilidad de divisar el borde del área rival bien cerquita.

Los optimistas esperábamos el comienzo del segundo tiempo para ver de nuevo esas intenciones. Creo que se tienen que aprovechar más los cinco cambios. La posibilidad, esta vez sí, de tener un maravilloso plan B en el banquillo nos hacía albergar la esperanza de seguir habitando en campo contrario, y tal como se fuesen agotando las fuerzas, dar entrada a esos sustitutos de lujo para mantener ese ritmo. Eché en falta minutos para Dembélé en el sitio de Suárez para aguantar y estirar al equipo y que João Félix salga con los colmillos afilados, que se note que tiene hambre. Quiero ver rebeldía cuando entra al campo.

Pero nuestro gozo en un pozo, no sé si por vértigo o por falta de confianza en ellos mismos, si porque el Cholo los retrasa o porque ellos se sienten más seguros defendiendo el resultado, el caso es que los rojiblancos, en el segundo tiempo, volvieron a opositar para definirse como un equipo de dos caras. Hay mimbres y plantilla para insistir como en los primeros 45 minutos, hay que creer más en que hay futbolistas para buscar más la continuidad que la bipolaridad.