Álvaro García-Nieto

Los rotos

La mejor definición de qué supone ser del Espanyol es del socio Jordi Palou: “Estar roto un día, y al otro bien”. La camiseta de Dani Jarque con el escudo ajado que Palou se niega a renovar es la metáfora perfecta. Ahora el Espanyol está cerca de volver a Primera cuando en la élite todo es descontrol. Lo de la Superliga es (¿fue?) un intento de los más ricos de vivir sólo días felices, obviando que no hay felicidad sin tristeza ni aburrimiento; es (¿será?) querer jugar en un Wembley permanente, cuando Wembley no significa nada sin haber pasado antes por Nicosia o, qué menos, por Cornellà. Lo que los empresarios del balón sin escrúpulos ni pasión querrían hacer desaparecer son los partidos de un domingo invernal cualquiera en un campo cualquiera de la media y baja tabla. Tienen prisa. Quieren épica y la quieren ya. Los días de oficina son una incomodidad. Camellos de hedonismo mal cortado, seguirán intentando enlatar pseudo clásicos europeos para consumirlos como quien pide japonés a Glovo un día de tormenta al borde del toque de queda. Cenar conservas es de pobre, como lo es jugarse entrar a Europa en El Alcoraz.

"No hay literatura en una competición donde no existe el descenso. A Las Vegas no viajaría nadie si no existiera el riesgo de salir arruinado"

No hay literatura en una competición donde no existe el descenso. Donde el fracaso, a lo sumo, no sería perder, sino no ganar siempre. A Las Vegas no viajaría nadie si no existiera el riesgo de salir arruinado. El periodista Jimmy Breslin decía que las historias están en el vestuario de los perdedores. También hay una frase mal atribuida a Hemingway y a Leonard Cohen que dice así, a lo Palou: “Estamos todos rotos, así es como entra la luz”. Y es este así que importa. Porque así la afición del Espanyol, tras doce años en la nada, invadió el campo por llegar a las previas de Europa League. Porque así, en Segunda, sus aficionados se están reconciliando con el equipo. Y porque así, de vuelta a Primera, el perico habrá entendido qué son las Ítacas de Kavafis, y que lo enriquecedor es el camino. Poco más importa mientras el balón ruede, las gradas vibren y alguien sueñe. La avaricia seguirá mandando y los que mandan seguirán rompiendo al hincha, sin darse cuenta de que así es como entra la luz.