El ensayo interminable de Luis Enrique
Lo peor no era el empate ante un rival como Georgia, que también por lo que significaba a nivel clasificatorio, sino la impresión tan negativa que España dejó durante mucho tiempo y corrigió poco a poco tras el descanso. La Selección no puede verse abocada a un dominio sin gracia en el que los jugadores se pisen entre sí y nieguen los espacios al compañero. Tampoco debe correr hacia atrás, siempre expuesta ante la amenaza de la transición contraria. La terrible primera parte estuvo presidida por un empacho de balón estéril, la cercanía inadecuada de Fabián y Ferrán y el nulo hueco que tenían Pedro Porro y Jordi Alba al actuar con extremos a pierna natural. Solo el 12% del tiempo se jugó en el tercio de campo de Georgia. Las decisiones de Luis Enrique, empeñado en realizar una prueba constante a sus jugadores según parece, provocan una ausencia alarmante de automatismos. Necesita la Selección encontrar sociedades que fluyan de forma más natural y eso solo se logra con la convivencia en el campo como acostumbra a suceder entre Busquets, Pedri (el mejor) y Jordi Alba. España no puede seguir en prácticas.
El paisaje se alteró a partir del sector izquierdo. La entrada de Dani Olmo soltó a Jordi Alba, conectó mejor con Pedri y originó el ahogo de Georgia. El jugador del Leipzig compartió escenarios por dentro y aproximó al lateral a su zona de confort a nivel ofensivo. Alba recibía en la primera parte a la altura del círculo central y en la segunda lo hizo en posiciones mucho más avanzadas. España atacó mejor y recuperó mejor por extensión sin dejar correr al combinado de Sagnol. Busquets y Pedri encerraron a Georgia, los centrales extremaron las vigilancias y el encuentro giró a un asedio en el que al menos España se manejó con mayor ritmo. Los cambios de juego de Thiago y la mejor colocación entre líneas de Olmo, Ferran y Oyarzabal después estiraron el juego de una Selección que vive entre tinieblas en este inicio de clasificación para el Mundial. Ya no es tiempo de pruebas y sí de apuestas, sean las que sean.
Pedri se abre hacia la izquierda, Bryan aparece en el interior y Jordi Alba puede proyectarse por el carril. El plan escénico de Luis Enrique tiene sentido, pero carece todavía de sintonía.