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Algunos comienzos son tan buenos que tienes que estropearlos como sea. No hay más remedio. Es como si la perfección te asustase, o te provocase mareos. El propio cuerpo te pide, por favor, que lo hagas, que no vayas por ahí dejando bocas abiertas, porque ese se paga. Por ejemplo, el Atlético estaba completando una primera mitad de Liga tan espectacular, con todo el mundo gritándole "¡favorito!", "!equipazo!", que apenas comenzó la segunda vuelta se puso a jugar como si estuviese en el noveno puesto, y no desease pasar de ahí. Quizá sintió el vértigo de la felicidad. Y ahora, por supuesto, lo agarró la tristeza de cuajo. Está en esa fase delicada en la que no jugar, por el parón al que obligan los partidos de la selección, es una de las mejores cosas que pueden pasarle.

Dembélé y João Félix, en el Wanda Metropolitano.
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Dembélé y João Félix, en el Wanda Metropolitano.

Quizá el equipo cometió el error de hacerlo bien desde el primer día. Es algo muy común, que le pasa a cualquiera, incluso al menos pensado. Mitrofánov es un personaje de una novela de Sergi Dovlatov que desde muy joven brilla por sus variados talentos. Le pega a todo: geografía, teoría de campos, filatelia, biología. Hasta es ventrílocuo. Cuando llega a la universidad, se muestra participativo y se apunta a toda clase de seminarios, y a la hora de ponerse a escribir su trabajo de fin de carrera, redacta una primera frase antológica: "Como es sabido". Y ahí se detiene. No escribe una palabra más. Queda paralizado. Nunca más levanta cabeza.

El miedo a que el Atlético sufra un desfallecimiento es real, aunque a la vez se hace difícil no confiar desesperadamente en él. La aprehensión se multiplica al ver el camino inverso tomado por el Barça, que optó por un comienzo de temporada desastroso. Parecía tenerlo todo a favor para fracasar con autoridad. Su trayectoria invitaba a creer que esta sería por fin una temporada de esas en las que no hay resquicio a la esperanza desde el comienzo. ¿Qué podía salir bien? Pues a partir de cierto momento, todo. Ante dos modelos tan opuestos de hacer las cosas, apenas queda claro que lo único que se recuerda de las historias es cómo acaban.