El don de la alegría acaba en gol
En el Día Mundial de la Poesía el Barça volvió a tiempos legendarios, cuando el equipo dibujaba en la portería contraria las virtudes aprendidas en la escuela de estética del mejor fútbol de su historia, el que enseñaron, sucesivamente, Kubala, Cruyff, Guardiola y el más reciente de los maestros, Lionel Messi. El astro, el autor del pentagrama actual, le ha dado alegría a la obligación de combinar, salió hace rato de su seriedad de acero, y ya ríe a la vez que el resto del equipo se divierte. Lo que hacen es terrenal, pero en Carrusel Marcos López, buscando adjetivos para este delirio, dijo que el Barça estaba haciendo un fútbol celestial, y don Luis Suárez, otro de los constructores de la estética más feliz del Barcelona, dijo que este ha sido el partido más perfecto disputado tras el desastre de Lisboa, un recuerdo que se diluye con sus lágrimas de leyenda negra.
El partido acabó con esa sensación de alivio tras meses o años de insuficiencia, como si hubiera aparecido la luz y quedara atrás el túnel que le quitó al Barça las ganas de mirar. La clave ha sido la puntería y la alegría ha sido ese gol colectivo que los futbolistas han celebrado como si acabaran de sumarse a la conciencia de que quizá no era tan triste la vida y todavía ese futuro se está escribiendo en las máquinas de hacer fútbol como poesía.