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El Madrid está donde se le hincha el pecho

Un equipo querido en Italia, pero con pasado más cercano a las angustias del descenso a Segunda División, se midió con un rival que ha ganado 13 ediciones de la Copa de Europa y jamás ha bajado de categoría, destino que jamás entrará en la cabeza de un seguidor del Real Madrid. Dos escalas diferentes que volvieron a acreditar el peso de la historia, del escudo y, cómo no, de los jugadores. Los del Real Madrid eran mejores que los del Atalanta, así de simple.

El Atalanta merece un monumento. Vive sus mejores días con el estilo que se supone prohibido para los equipos de poco presupuesto. Presiona ferozmente y ataca instantáneamente, sin desmayo. A su alrededor se suele producir el caos, producto del vigoroso marcaje hombre a hombre, sorprendente para los adversarios y agotador para todos.

Son varios los equipos que se han añadido a este modelo, que muchos sectores consideraban antediluvianos. Marcelo Bielsa lo ha propuesto durante toda su carrera como técnico. Gasperini lo hace con éxito en el Atalanta. El mejor Barça de esta temporada se ha decidido por el uno contra uno en todo el campo, y se ha visto la confusión que provocó en las filas del Sevilla y en las del PSG en París.

Cabezazo de Benzema al palo de la portería del Atalanta, en un momento del partido del pasado martes en el Di Stéfano.
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Cabezazo de Benzema al palo de la portería del Atalanta, en un momento del partido del pasado martes en el Di Stéfano.

Durante 20 minutos, el Atalanta jugó esa carta en Valdebebas. No asustó, pero preocupó. Al Madrid le costó una barbaridad encontrar el juego y los pases. Tampoco llegó lejos, a la espalda de un equipo que tiraba toda su gente al campo del Madrid. La solución pasaba por lograr el control del juego, objetivo complicado frente a un adversario tan heterodoxo.

La ecuación era sencilla: si el Madrid gobernaba, el Atalanta pasaba de su agresiva heterodoxia a una débil ortodoxia. Es decir, jugar como los demás, cerca de su área, con las líneas juntas y todo eso. Ahí se vulgariza, es vulnerable. Le incomoda ese tipo de partido. Otro déficit es su propensión al error, sobre todo en el capítulo defensivo, donde sus porteros (un día Gollini, el pasado martes Sportiello) asombran por el grosor de sus pifias.

Modric, el mejor del partido, aprovechó una extravagante decisión del portero italiano para conectar con Benzema y acabar con cualquier problema en la eliminatoria. El Madrid se desprendió del incómodo papel que había protagonizado hasta el gol y controló el partido sin alardes, pero con mano férrea de la de un equipo que sabe latín en la competición.

No sufrió la menor inquietud desde el primer gol y aprovechó un mal pase de Ilicic para marcar el segundo, de penalti. Todo de carril. Courtois solo fue exigido en un mano a mano con Zapata. Lo resolvió de maravilla. Zidane diseñó un sistema con tres centrales, quizá por la ausencia de Casemiro o por las cualidades tan peculiares del Atalanta. Funcionaron más que bien Varane, Sergio Ramos y Nacho. Delante, Modric corrió y jugó más que nadie, bien complementado por Kroos.

Venció con oficio y pasó a los cuartos de final de la Champions. Pocos se acordarán del encuentro. La cuenta atrás ya ha empezado: cuatro partidos para la final. Es un proceso que el Real Madrid conoce como ningún otro equipo, en sus mejores momentos y en algunos pasajes críticos. Está, por lo tanto, donde se le hincha el pecho.