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La sonrisa de Dimata

Las etiquetas facilitan la vida y como Dimata era un misterio y no venía acompañado de un análisis profundo y cercano le cayeron las clásicas, que a veces de tan pobres aciertan. ¿Delantero negro? Más potente que técnico. ¿Que se lesionó durante dieciocho meses? De cristal. ¿Fichaje a última hora de Rufete? Parche cutre. Pero a veces las cosas mal hechas dan pie a oportunidades. A mí, por ejemplo, aparcar mal me permite acabar las canciones que he puesto en cola. ¿Por qué Dimata no iba a salir bien? Pues eso, en Son Moix marcó. Hay futbolistas que han hecho carrera gracias a un solo gol en un momento oportuno. Y el del otro día fue más que oportuno. Lo bueno de llegar a un sitio y que nadie sepa quién eres es que tampoco saben por dónde vas a salir.

Su estilo seguirá generando escepticismo. Dosifica las carreras como si desconectara y no es muy fino. Esto último, además, da crédito a la primera etiqueta. Pero su remate en el gol, tan poco ortodoxo como meritorio, dice mucho de la clase de delantero que es, de esos que convierten cualquier acción en un gran enigma, cualquier movimiento en un desafío a las leyes de la física. Y luego está la sonrisa de después, esa sonrisa de quien sabe estar en el momento y lugar adecuado. Esa sonrisa de tres puntos. Una dentadura que invita a la calma y la esperanza. El preámbulo a un abrazo grupal y a una celebración justificada.

Dimata, tras anotar su gol en Mallorca.
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Dimata, tras anotar su gol en Mallorca.RCDE

La misma semana que desde el Carmelo vislumbraba tímidamente la isla de Mallorca y creía ver en ello una alegoría, Dimata y su representante recorrían en coche el trayecto de Bruselas a Barcelona para llegar a tiempo a la revisión médica. Casi tres semanas después algunos se sorprenden cuando ven a los jugadores del Espanyol celebrar a lo grande una victoria cualquiera. Claro está: no era una victoria cualquiera. Y Dimata, haga lo que haga, ya es un buen fichaje. Su gol devolvió la vieja tradición periquita de saber disfrutar hasta del postre más rutinario. Al final, todo se reduce a lo que escribió Rigoni Stern: "El camino que se recorre no viene marcado por el cuentakilómetros sino por la dificultad del recorrido".