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Fútbol con mascarilla

El fútbol real viaja por las carreteras secundarias de los grupos de equipos amateur y ligas Biwenger de WhatsApp. Los mismos memes y ahora 'tiktokers', en todos los chats. El último viral es el de un 'viejoven' en chándal que se despide de su pareja para ir a jugar al fútbol. Al coger la pesada mochila suena la inconfundible sintonía de los botellines de cerveza chocando entre sí. Es gracioso. El autor es el usuario de Tiktok Roberto San Miguel y seguro que ha circulado o circulará en vuestros teléfonos. Es un chiste pandémico propio de esta época granítica por la que el humor sabe abrirse paso.

Roberto San Miguel representa a una legión de jugadores atrapados en casa. Los finos estilistas del Nottingham Prisas, Steaua Nobeberé y demás cuadrillas de eternos adolescentes. Los míos son el Ordem e Progresso (inspiración brasileña a lo 'Días de fútbol') y el O'Haras en el que juego una liga municipal con mascarilla. Me gustaría ver jugar a Kroos y Modric con mascarilla. Eso sí que requiere talento… El fútbol amateur, el de las bolitas negras del césped artificial, está en suspenso en gran parte de España. Evidentemente es el menor de los problemas pero es una desgracia asumida como la del fútbol sin público.

Hace unos días fui al Teatro Infanta Isabel a ver 'La Golondrina' y viví un hecho insólito. Los acomodadores calmaron a unos espectadores enfurecidos porque solo se podían sentar por parejas. Mi cabeza cortada en franjas de hierba verde con porterías pensó: como no abran pronto los estadios la gente va a ir a los teatros en plan hooligan; ¡hemos venido a emborracharnos, la obra nos da igual! Cuesta entender que no haya fórmulas seguras para llevar algo de público a los estadios al aire libre. Solo me lo explico desde la posición residual que la grada ocupa en las tareas de los gestores del fútbol. Saturan el calendario de partidos televisados y si por ellos fuera nunca abrirían las puertas de las gradas. ¿Para qué? ¡Hemos venido a enriquecernos, la gente nos da igual!