Zidane mueve el cubilete y gana
La cambiante naturaleza del fútbol se observó con toda nitidez en el partido que el Real Madrid ganó al Getafe. Sin alardes, pero sin errores, se impuso con una sencillez imprevista, un 2-0 inapelable frente a un rival al que tiempo atrás se consideraba una roca. El Getafe era el equipo contra el que nadie quería jugar. Manejaba los partidos a través de un estilo que no admitía concesiones. En las últimas semanas no queda rastro de él. Pareció más destruido que decaído en Valdebebas, donde el Madrid jugó con gran comodidad.
La victoria se produjo tres días después del extraño partido en Huesca, caracterizado por todas las versiones del Real Madrid: la buena, la regular y la mala. Reservó sus mejores momentos, y fueron buenos de verdad, para la última media hora, cuando se asomaba al barranco. Emergió de tal manera que ofreció síntomas para la esperanza, concretados frente al Getafe, que no apareció por el área de Courtois. Por una vez, Courtois dispuso de una tarde libre de fatigas.
Sorprendió menos el partido del Madrid, a pesar de las numerosas bajas que sufre, que la débil resistencia del Getafe. Algo se ha roto en un equipo que parecía inmune al desánimo. Ni los fichajes de invierno invitan al optimismo. Kubo y Aleñá dan la impresión de sentirse fuera de su elemento. El resto del equipo emite señales equívocas: no sabe cómo comunicarse con los dos nuevos y a la vez se aleja del modelo directo y vigoroso que no hacía prisioneros en el adversario.
En los últimos cuatro partidos el Getafe ha recibido diez goles, ha marcado uno, ha perdido tres (Athletic, Sevilla y Real Madrid) y ha empatado uno, con el Alavés, encuentro donde Bordalás dibujó un 5-3-2, decisión muy infrecuente en un declarado admirador del 4-4-2. En Valdebebas regresó a su clásico modelo, sin Aleñá entre los titulares, pero no hubo convicción en la respuesta de su equipo. Hace poco, el Getafe se medía sin miramientos con grandes de Europa como el Ajax. Su decaída estampa actual es muy preocupante.
Zidane jugó con los cubiletes. Tiene pocos jugadores, pero hizo que parecieran muchos. ¿Cómo? Con una variación del sistema: tres centrales, un carrilero largo (el joven Marvin), un jugador sin adscripción a un lugar del campo (Marcelo), Luka Modric organizando el juego y mucho movimiento por delante. Marco Asensio, Casemiro y Karim Benzema saltaban de una posición a otra con naturalidad, confundiendo a la defensa del Getafe, desconcertada toda la noche.
El Getafe ha sido durante los últimos años el equipo con la línea defensiva más adelantada de la Liga, a más de cuarenta metros de su portería, y la máxima estrechez entre el segmento defensivo y el ofensivo. No usaba el centro del campo para elaborar. Era una zona de minas destinada al quite. Figuraba entre los tres equipos que menos pases –entre dos y tres– encadenaba en cada acción de ataque y era, con diferencia, el que menos remates recibía en el campeonato.
El Madrid no sufrió para llegar al área del Getafe, que ha empezado a defenderse cerca de su portero. Le cuesta hacerlo. No está acostumbrado. Es vulnerable. El Madrid movió el juego sin aspavientos, dispuso de las ocasiones para ganar el partido y lo ganó con facilidad, encabezado por Benzema, de nuevo en perfecto estado de revista.