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Vivir en diferido

Intento evitarlo, pero casi siempre me pasa: me entero de los goles del Espanyol vía Whatsapp. Segundos después, alrededor de un minuto muy largo después, aparece la jugada en televisión. Perdíamos, mi primo Joaquín anunció el empate por el grupo y tapé el móvil. Me obligué a vivir la jugada como si no supiera nada. Suspiré y grité con los fallos, animé con las recuperaciones. Hasta que la pelota no tocara red, todo era suspense. Celebré el gol a lo loco, a pesar de ya conocer el final. Pero no. No lo conocía. Estaba yo tan contento con mi fingir que dejé de prestar atención hasta que un “joder” en mayúsculas apareció en la pantalla cuando destapé el móvil, todavía sonriendo. Habían anulado el gol de Puado y me sentí muy idiota, mucho más de lo normal.

Nunca se nos aparecen oportunidades para vivir la vida por adelantado. No podemos prever el futuro, ni el más inmediato. Esta situación mía con la tele parece un superpoder de Misfits, cuando en realidad es una putada, porque igualmente no puedo hacer nada. Como en el amor, tan incontrolable. Carson McCullers escribió: “El amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas”. Está el amante y está el amado. Y caminan hacia un futuro incierto, impredecible.

Puado festeja un gol que nunca subirá al marcador.
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Puado festeja un gol que nunca subirá al marcador.RCDE

Ahora muchos dirán que no, que en realidad ya lo avisaron, que subir a Primera no era una obviedad. Pero vamos, como una obviedad lo he vivido yo todos estos meses, hasta el lunes. Las jornadas como trámite –sufrido, pero trámite– para llegar a una meta donde nos esperan con canapés y medallas. Un ascenso en diferido, escrito en el destino. Y sin embargo el Espanyol, el amado, es un sujeto cada vez más pasivo, sin un mínimo de curiosidad por su amante, los aficionados; un amado que se ha dejado en sus responsabilidades y se ha entregado a las eventualidades. Y no, joder, que al menos finja, porque cuando se finge es que aún queda amor, y la vida consiste en fingir, fingir y fingir hasta que sale de verdad, como en los últimos minutos de partido, a la desesperada.