El rompecabezas Campazzo
Hay que escuchar a Andrés Nocioni, claro. Siempre, más si habla de la adaptación a la NBA, los arcos de las carreras en EE UU y la gestión de una frustración que por ahora está más en sus seguidores que en el propio interesado, un Facundo Campazzo que no dice esta boca es mía y sigue trabajando. Como siempre. Acostumbrado a escalar montañas, ha subido tantos ochomiles que nadie en su sano juicio apostaría contra él. Tampoco ahora, por muy duro que sea el reto. Que lo es: la NBA es territorio comanche, una Liga en la que hoy es ayer y mañana pasa en un segundo de estar justo delante a quedar en el retrovisor. Pero una Liga en la que las oportunidades llegan, siempre. Por lesiones, por las apreturas del calendario, por el escaparate de los minutos de la basura, por movimientos drásticos del entrenador en malas noches…
Nocioni dijo que Campazzo tendrá su momento y que cree que lo aprovechará. Pero que, mientras, conviene no tirarse de los pelos, vociferar en las redes o elegir enemigos en el propio bando para cuestionar los minutos en pista y el tiempo de posesión que le quedan a Campazzo, al que cuesta pasar de ver controlar los partidos en la Euroliga, y jugarlo prácticamente todo, a afanarse como meritorio sin un rol en el que destacar en Denver Nuggets. Es el precio de un sueño, la NBA. Uno que tenía que intentar. Y que está probando en los términos que él eligió: no en un equipo de perfil bajo donde poder acumular minutos y, tal vez, highlights, sino en uno de los aspirantes al título, un grande del Oeste que, para colmo, no ha podido andarse con bromas: 1-4 para empezar, 11-7 ya con la figura bastante recompuesta al ritmo de un Nikola Jokic colosal.
Campazzo juega apenas 12 minutos por noche, promedia menos de 4 puntos y 2 asistencias y tiene poco el balón en las manos. Solo ha anotado más de 10 puntos en dos partidos en los que sumó en total 26 de los 54 que lleva en enero. En el resto del mes, otros once encuentros, su media es de 2,5 puntos. No es el primer guard en la reserva, rol de que se ocupa (y muy bien) Monte Morris. No ordena constantes jugadas de pick and roll, su arma maestra, ni es incidente en defensa, pequeño contra escoltas y en aprendizaje contra bases en una Liga de directores supersónicos y de instinto asesino. En el Oeste, el día que no aparece enfrente Stephen Curry lo hace Chris Paul, o Damian Lillard, o Jamal Murray o… Campazzo sabía todo eso, y su fórmula es trabajar. Y esperar, y confiar en sí mismo. Siempre la ha sido. Y, aunque en el hilo de cada noche de pocos minutos y pocos tiros cueste darse cuenta, las victorias de su equipo son algo bueno para él. Porque ahora los Nuggets son sus Nuggets. Y porque, además, lo contrario pondría en solfa este brillante proyecto de los de las Rocosas, y eso nunca trae buenas consecuencias. Para nadie.
La cuestión es que Campazzo no es uno de los ochos primeros de la rotación de los Nuggets (Morris, Porter Jr y JaMychal Green son los tres que salen primero desde la reserva). Y ahí, más allá de ese primer ciclo, nada es estable ni está garantizado ni llega fácil en la NBA. Pero a veces, llega. Y esa es la apuesta de Campazzo, el rompecabezas que tendrá que resolver en la persecución de un sueño. El suyo y en sus términos, por muy cuesta arriba que asome. Así que paciencia. Por ahora, mucha paciencia.