Tan lejos
En 2001 Racing Club salía campeón del torneo Apertura después de 35 años. A 10.000 kilómetros de Avellaneda y en otro huso horario, un joven escritor argentino lloraba de madrugada en un bar por no poder celebrar con su padre ese momento que llevaban toda una vida esperando vivir juntos. Ese chico argentino se llama Hernán Casciari y tiempo después escribió: “Lloré de cara a la pared, en un lugar del planeta donde Racing no era nada. Nunca me había sentido tan lejos de todo lo mío, tan a destiempo del mundo, tan del revés de mi vida, tan en orsai, desesperadamente solo”.
La primera vez que leí ese texto, titulado “Tan lejos del dolor y de la fiesta”, me vino a la cabeza la eliminatoria entre el Athletic Club y el Newcastle, en 1994. Entonces yo vivía en Irlanda y cuando Ziganda marcó el tanto que clasificaba a los míos fui probablemente el único que gritó gol en todo aquel verde país. Al finalizar el partido, la euforia por el resultado contrastaba con la tristeza que me producía ver en la televisión las imágenes de mis correligionarios celebrando en San Mamés, mi hogar. Recuerdo apagar la tele, salir a la calle y fumar y llorar en soledad en un denso silencio.
El domingo, cuando Muniain recibió la Supercopa y la alzó al cielo en la soledad del palco, pensé en ese texto del bueno de Casciari y también recordé aquella noche irlandesa. Esta vez yo, por suerte, pude ver el partido con quien más quiero. Pero en estos tiempos que todos tenemos precisamente la vida del revés, no podía dejar de pensar en los athleticzales para los que el toque de queda suponía estar en ese momento lejos de los suyos.
Después, la trompeta de Villalibre tocó una canción maravillosa, pero confieso que a mis oídos sonó un poco triste. Cuando apagamos la tele, mi hijo me debió de ver compungido, porque me preguntó a ver en qué pensaba. Le dije que en que echaba muchísimo de menos ir juntos a San Mamés.
—Yo también, Aita —respondió, y me tomó de la mano.
Cuando le acosté le prometí que pronto volveremos al estadio. Fue una de esas promesas que a veces hacemos los padres, sin saber si podremos cumplirlas, pero que aseguran el sueño y los sueños de nuestros hijos. Después recé por que se haga realidad.