Álvaro García Nieto

Un mote para Nico

Imagino que lo ideal es que un mote surja de forma natural, sin forzarlo, como el debate sobre si Oier debe sentar a Diego López. Lo digo por experiencia personal. El año de Rubi, aquel en el que el Espanyol bailó al son de Melendo, incorporé la palabra ‘refracción’ a mi vocabulario. Y un día, creyéndome inspirado y original, quise apodar al canterano: lo llamé ‘El Duende de la refracción’ por su capacidad para cambiar de dirección y velocidad el ritmo de una jugada en milésimas de segundo. Lo dejé escrito. Luego nos clasificamos para Europa y eufóricos un compañero y yo nos colamos donde los jugadores estaban celebrándolo. A altas horas de la madrugada me topé con Melendo y le quise explicar su apodo. Fue entonces, y solo entonces, cuando me di cuenta de lo rebuscado del mote. La conversación fue un esperpento, por supuesto. Huí avergonzado. Y desde aquel día Melendo no ha vuelto a refractar.

Esto dice muy poco de mi ingenio. Igual que dice poco del ingenio de los aficionados y periodistas pericos que Nico Melamed todavía no tenga un buen mote. Es la perla más brillante pulida en Sant Adrià de los últimos tiempos y aún estamos con que si Nico o Melamed. El jugador merece un apodo a la altura de lo que puede alcanzar. No uno altisonante, pero sí potente, con tanta personalidad como la suya. Además es de padres argentinos, y eso añade cierta presión y responsabilidad porque nadie como los argentinos para apodar a futbolistas.

Nico Melamed, en el Espanyol-Castellón del domingo.

Más allá del ‘MurriTamudo que quedó gracias a la narración de Eudald Serra en la final de Copa del 2000, a pocos canteranos les ha acompañado un buen apodo. Cuando Gerard Moreno volvió fue fácil. Debía ser el heredero de Tamudo y así se le llamó: ‘El Heredero’. Todo esto me hace pensar que quizá el entorno blanquiazul es más creativo en el insulto que en el halago. Sergio García fichó por el Espanyol con un moño antiestético y algo pasado de peso y ahí se le quedó ‘Falete’. Con el tiempo pasó de ser un exabrupto a un canto coral y habitual en las gradas de Cornellà. Ahora tocará esperar a que Melamed siga forjando su propia historia y quizá con el tiempo encontremos el zapato para nuestra Cenicienta.