Cuento para una noche de Reyes
Acostumbrado a vernos casi cada día y pasárnoslo tan bien, es horrible no poder estar a vuestro lado durante tanto tiempo. Y sobre todo en unas fechas tan especiales como estas en las que tendríamos que compartir, como Nochevieja, cumpleaños y Reyes. Es lo que más apetece en el mundo. Pero el Tito ha tenido que irse lejos, muy lejos, a un sitio que por mucho que lo intentéis todavía no alcanzáis a imaginar. Estoy en un desierto enorme, con arena hasta donde alcanza la vista haciendo formas maravillosas, con camellos muy divertidos, hombres con ropas muy raras y helicópteros volando de aquí para allá.
Es el mismo sitio que tuvo que cruzar Aladdin para entrar en esa cueva con boca de tigre y encontrar la lámpara mágica del genio. ¿Y sabéis qué? Yo también he visto aquí a unos cuantos, pero en lugar de pedirles deseos, ellos los cumplen subidos en coches o en motos, como las vuestras aunque más grandes. Ah, y casi cada día me montó en un avión parecido a los que saludáis cuando pasan por casa. No os preocupéis, dentro de poco llegaré en uno de ellos y volveremos a disfrutar juntos. Mientras, os regalo este cuento por Reyes. Por cierto, me han dicho que ya han salido de camino hacía allí... Ya sabes, Rubén, para que se lo leas a Hugo y Luca.