El pádel en 2020: a puerta cerrada
Repasamos y recorremos en cinco capítulos el año más atípico; en este cuarto episodio, el regreso a las pistas y el retorno a la competición.
Se sabía que volvería -no quedaba otra-, pero no cómo. El pádel regresaría en el mes de mayo a ocupar las pistas y lo haría tras días de incertidumbre, dudas y mucha expectación por lo acontecido, pero con muchas más ganas de las esperadas. Un regreso que pretendía dar continuidad a un 2020 con grandes cambios -como se analizó en el primer capítulo-, que iba para ser el mejor año de su historia -como se describió en el segundo- y que había sufrido el parón por el confinamiento y la pandemia -como se esbozó en el tercer episodio-.
Dos serían los meses. Tras 60 días de estar en casa, soñar con salir, fantasear con volver a jugar y entrenar a todo lo que se pudiera, el deporte de la pala iba a poder volver a retomar el vuelo y lo haría en una ‘Desescalada’ con la que se pretendía volver a la por entonces denominada ‘Nueva Normalidad’ -qué cosas-.
Concretamente sería el 11 de mayo. O no tan concretamente. Tras aprobare el Capítulo XII de la Orden SND/399/2020 el día 9 el deporte de la pala volvía. Pero no como siempre. Lo tendría que hacer de modo individual. Con un máximo de dos personas, vaya. Una medida que pretendía agilizar el regreso de algunos deporte considerados de ‘riesgo bajo’ y siempre en condiciones outdoor.
Una medida que suscitaría mucha controversia. No por esperada iba a ser recibida con menos suspicacia. Las condiciones del regreso no iban a contentar a todos los actores implicados y, aún menos, las formas.
Por ello se sucedieron días convulsos. De dudas y nervios. No se conocía con exactitud cómo y cuándo podía volver el pádel en su formato habitual y, por primera vez, la industria se hermanó, dejó de lado sus viejas rencillas y trabajó en pos de un bien común. Especialmente los estamentos federativos. Y funcionaría.
El 25 de mayo el pádel volvía -al menos en España- tras permitir el Gobierno su práctica en Fase 1 al haber modificado su criterio. Con restricciones, eso sí. Un máximo de 10 personas, restricciones de aforo en los clubes, siempre en espacios al aire libre y con gel hidroalcohólico, distancia social y zonas de uso cerradas. Los clubes indoor deberían esperar a la Fase 2.
Una industria que veía luz tras meses de incógnitas. No se conocía cuánto duraría el confinamiento domiciliario ni cuáles serían sus consecuencias, pero la realidad es que el aficionado retomó su deporte favorito con ganas. Con muchas ganas. A falta de ocio y encuentros sociales, el pádel era una atractiva alternativa para salir de casa, hacer deporte y respirar. Para volver a ser libres.
Las tiendas, recién abiertas y a medio carburar, vendían de nuevo. Y más de lo esperado. Los clubes acogían de nuevo jugadores. Muy por encima de las previsiones. Y la industria comenzaba a funcionar a pleno rendimiento menos de tres meses después de que se frenara en seco.
Una ‘rentrée’ que el pádel profesional si tomaría con más calma. Como el resto de competiciones profesionales. No sería hasta mediado el mes de junio cuando se anunciaría que el sexto mes del año acogería el regreso de World Padel Tour con dos citas diferentes.
Mucho se había especulado con el cuándo y el cómo del regreso del mejor pádel del mundo y lo cierto es que tras contrastar, informar e intentar descifrar muchas informaciones lo haría con dos pruebas a puerta cerrada y en una sede única. Una gran noticia, sin duda.
El Madrid Arena acogería el Estrella Damm Open y el Vuelve A Madrid Open para reiniciar la temporada. Después, el Adeslas Open. Una triple corona entre junio, julio y agosto que relanzaría la temporada 2020 y lo haría bajo una nueva modalidad de puntuación tras haberse congelado el ranking oficial World Padel Tour al igual que lo harían el de la Federación Española de Pádel (FEP) y el de la Federación Internacional de Pádel (FIP).
El WPT Race 2020 sería el sistema de puntuación del año que buscaría minimizar el impacto de las posibles bajas por coronavirus y que ensalzaría a las mejores parejas del año. Una medida complicada de entender y gestionar al principio, pero acertada al fin y al cabo.
Un regreso que, en lo deportivo, dejaría dos claros nombres propios. Alejandro Galán y Juan Lebrón. La pareja española iba a asombrar al mundo entero con una triple corona en Madrid que les catapultaba a lo más alto del ranking gracias a un pádel eléctrico, ofensivo y atractivo que simplificaba todo gracias a una capacidad de ataque inusual desde cualquier rincón de la pista -siempre a merced de una velocidad más alta-.
Lebrón y Galán, Galán y Lebrón, jugaban con dos, tres o cuatro marchas más que sus rivales. Su pádel impactó a la opinión pública y generó ese runrún que llevan implícitos los acontecimientos que apuntan a marcar una época. No era el resultado, o no solo, era la forma de conseguirlo.
Por su parte el ranking femenino comenzaba su odisea particular. Y bendita odisea. Ninguna dupla conseguía hacer imponer sus argumentos y en ese periplo de tres torneos se conocerían tres parejas campeonas. Alejandra Salazar y Ari Sánchez, Marta Ortega y Bea González y Mapi y Majo Sánchez Alayeto lograban la primera victoria del año para componer una trama de difícil conjunción y que demostraba, una vez más, el altísimo nivel por el que pasa el pádel femenino.
Un deporte que volvía y hacía del verano su verano. Cuando nadie lo esperaba. Cuando todo parecía avocado a una nueva crisis. El pádel volvía, y con más fuerza, porque siempre se impone. Incluso a sí mismo.